Febrero.
Día 1.
Macanudo Liniers.
Junio.
Día 2.
Coincidencias de la vida, sin saber yo… Había algo en ti que
me llamaba la atención.
Tu forma de andar, tu chispa al hablar, tu sonrisa al contestar. Tu look tan desalineado, tu cabello alborotado, y un disculpa por casi haber ocasionado un accidente antes de salir a la fiesta.
Tu forma de andar, tu chispa al hablar, tu sonrisa al contestar. Tu look tan desalineado, tu cabello alborotado, y un disculpa por casi haber ocasionado un accidente antes de salir a la fiesta.
Llegaste con el otro grupo, tuvimos que tomar dos taxis para
poder llegar a la discoteca. Aún no entendía bien que pasaba, era la segunda
vez en mi vida en que te veía y ya había algo en ti que me atraía.
Noté que estabas acompañado de una chica, y mis esperanzas de bailar contigo esa noche se fueron con el primer shot de tequila.
Noté que estabas acompañado de una chica, y mis esperanzas de bailar contigo esa noche se fueron con el primer shot de tequila.
No sé en qué momento nos encontramos bailando uno frente al otro y, sin necesidad de que tocases alguna parte de mi cuerpo, empezaba a sentirme extraña. Recuerdo bien que me dijiste que era muy alta y que te gustaban mis ojos… Me sonrojé de inmediato, pues nunca nadie había sido tan directo conmigo, y viniendo de ti, no sabía como reaccionar. Bailamos quizás una canción o dos, con eso me contenté pues había perdido las esperanzas de verte sonreír cerca a mi.
Vi que la besaste y por algún momento deseé estar en su
lugar, no por ser tú quien la besara, si no porque hacía mucho que no besaba a
alguien con tanto cariño y con tanta sed de pertenencia…
Y así pasaron las horas… Nos divertíamos cada quién por su
lado, y no creo que haya sido casualidad que, en las pocas veces que nos
cruzábamos, repetías lo de mis ojos. Estoy de acuerdo con que algo raro pasaba…
Te perdí de vista al salir, no volví a saber de ti…
Y así fue como pasó, así fue como sucedió…
Octubre.
Día 3.
No estaba en mis planes salir ese día, de por sí estaba
desanimada…
Siendo las once de la noche de un lunes con alma de feriado al día siguiente, decidí combinar lo primero que encontré en mi
armario, sin permiso alguno para salir de mi casa. Bajé ya con los tacos, esos
que me hacen ver mucho más alta de lo que soy y, sin miedo y sin pedirle
permiso a mi padre, con la ayuda de mi madre, salí de casa rumbo al cumpleaños
de tu hermana.
El permiso era hasta las 3, pero en mis sospechas estaba que mi madre vendría a recogerme más temprano ya que papá no sabía que estaba fuera de casa.
Estaba nerviosa, porque al entrar no esperaba verte,
ridículamente sabiendo que era tu casa y que en algún momento tenía que cruzarme contigo,
¿cierto?...
Ahí estabas, con un polo negro, el cabello corto, muy distinto a la última vez que te vi, pero con la sonrisa de siempre y tu actitud tan única, rara para ti.
Ahí estabas, con un polo negro, el cabello corto, muy distinto a la última vez que te vi, pero con la sonrisa de siempre y tu actitud tan única, rara para ti.
Tardaste mucho en acercarte y sacarme a bailar, lo hubiera
hecho yo, aunque yo misma no me lo creí luego, no estuve pendiente de ti, solo
intentaba distraerme de los problemas y pendientes que había dejado en casa.
Me gustan tus ojos,
son grandes. Una vez más me sonrojé y, como en la fiesta pasada lo único
que hice fue taparme la mirada y desviarla mientras mis mejillas tomaban más
color. Te respondí que me gustaba tu sonrisa y atinaste a sonreírme hasta cansarte.
Mientras bailábamos comenzó la conversación, ¿qué tal te va en la universidad? Te dije que bien. Me pediste que te preguntara lo mismo y lo hice, tu respuesta fueron más de cincuenta palabras… Terminamos de bailar y me dijiste que era una mujer de "pocas palabras". Me quedé picona, pues esa es una vil mentira.
Mientras bailábamos comenzó la conversación, ¿qué tal te va en la universidad? Te dije que bien. Me pediste que te preguntara lo mismo y lo hice, tu respuesta fueron más de cincuenta palabras… Terminamos de bailar y me dijiste que era una mujer de "pocas palabras". Me quedé picona, pues esa es una vil mentira.
Bailamos un par de veces más, en grupo… Y así, pasaron las horas y te perdiste…
Como lo había sospechado, mi madre llegó antes de las tres;
dos y treinta de la madrugada para ser más exacta. Demoré quince minutos en
buscar mi abrigo en el cuarto en el que lo habían guardado… Mientras tanto no
aparecías, encontré mi abrigo y me fui…
Llegué a casa sigilosa, mi padre estaba durmiendo y no dejé sospecha alguna de mi salida, pues me quité los tacos antes de entrar a casa.
Travesura realizada. Logré salir de mi casa sin autorización y te vi después de
muchos meses.
Me quité el maquillaje, me di una ducha rápida y al ponerme el pijama recordé lo que me dijiste: mujer de pocas palabras, aún no lo creía y fui dispuesta a la venganza.
Me quité el maquillaje, me di una ducha rápida y al ponerme el pijama recordé lo que me dijiste: mujer de pocas palabras, aún no lo creía y fui dispuesta a la venganza.
Recostada en mi cama y sin miedo, cogí mi celular para
escribirte un mensaje al Facebook con más de cuarenta palabras explicándote porqué
solo te había respondido con una sola…
Dormí sin pensar en nada, desperté pensando en ti, y sí, al
despertar había una respuesta tuya…
Pasé de ser una mujer de pocas palabras a una con "más o menos pocas palabras".
Día 4.
Al parecer un domingo cualquiera, en una situación cualquiera. Con un castigo por haberme "escapado" la semana pasada, decidí, esta vez, pedir permiso para salir de casa.
Coincidencia o no, te animarías a ir solo para saludar a tu ex enamorada, quizás para ver también mis lindos ojitos o simplemente para salir de casa.
Me contaste que saliste con el permiso de ir a comprar una cañita y de saludar a una amiga por su cumpleaños... Terminaste estando fuera de casa más de media hora y con tres llamadas perdidas en tu celular.
Estar sentada en las escaleras ese día me hizo sentir extraña, como más cercana a ti sin conocerte aún. Hablamos poco, lo suficiente para descartar cualquier timidez y demostrarte que hablaba y dejar aquella historia de pocas palabras.
Al ver las llamadas perdidas y dándote cuenta de la hora, tomaste la decisión de ir a casa. No había excusa, ni justificación, solo curiosidad y una salida pendiente aprovechando que yo estaría disponible para salir ya que no tenía responsabilidades universitarias.
Y así fue, así me ilusioné, así te tomé más importancia, así.
Al último encuentro te desapareciste una semana. Estando ilusionada y sin perder la esperanzas de que nos volviésemos a encontrar, sea por casualidad o por algún motivo, no dejaba de pensarte y se me hacía raro...
A una semana de tu desaparición mágica, decidí proponerme algo, de por sí loco y descabellado, pero tenía que hacerlo pues sentía que era necesario.
Pedí señales un domingo, dije que si por nada del mundo aparecía algo que recordara a ti o, en su defecto, no me hablases, estaba dispuesta a olvidarte y seguir mi camino como si nada hubiese pasado...
Salí a caminar para distraerme un poco, de regreso a casa y casi sin esperanzas, encontré un juego de naipes en la pista. Inmediatamente lo relacioné contigo, creo que fue porque tenías una foto de perfil de aquello. Sonreí y seguí mi camino. Era magia, asumí que esa era una señal, solo faltaba que aparecieras.
Más tarde, mientras miraba televisión, llegó una notificación tuya a mi celular y sí, recuperé las esperanzas y empecé a creer que cosas mágicas pasaban.
Hablábamos no tan seguido, lo suficiente como para no dejar de pensarte.
No entendía porqué me atraías tanto si ni siquiera te conocía. Me mencionaste que querías salir conmigo en dos ocasiones, pero tus horarios en la universidad y responsabilidades pendientes no te lo permitían.
Entre conversaciones de chocolate, chantilly, cerezas, la luna, el cielo, las nubes y las estrellas, me empecé a dar cuenta que esto era serio, dudo que para ti, pero si para mi...
Un día me propuse invitarte a salir, no me importaba si esta vez sería rechazada , mejor dicho, desplazada por tus responsabilidades y deberes, ya no me importaba, solo quería intentarlo y como siempre, tú haciendo magia. Apareciste de la nada y me presentaste la oportunidad de vernos, con una "excusa" bien fundamentada.
Día 5.
Era martes y esperaba tu llamada desde las ocho de la mañana... Dieron las nueve, las diez, las once y algo y sonó el bendito celular, confirmando la salida de aquel día. Me dijiste que me volverías a llamar a las seis, cuando salieras de clase para definir la hora y lugar del encuentro y esperé ansiosa... Dieron las cinco y media de la tarde y yo ya estaba lista, sentada frente al espejo intentando encontrar el reflejo de mi alma, dieron las seis, las seis y quince, las seis y media, un cuarto para las siete de la noche y sonó de nuevo el bendito celular... Afirmativo camarada, a las ocho de la noche en el lugar mágico.
Llegué antes de la hora pactada y esperé diez minutos para mandarte el mensaje alarmante de que ya había llegado y que no te veía por ningún lado... Apareciste con una sonrisa y diciéndome que no calculaste bien los tiempos y que llegaste mucho antes de los diez minutos que yo había esperado.
Te seguí, caminamos, conversamos, llegamos al lugar mágico y para nuestra sorpresa la luna y las estrellas nos acompañaban. A pesar que había llevado un chocolate, la historia no estaba completa pues faltaba el chantilly y la cereza... Supongo que ya no importaba, pues creo que fui la primera mujer que te hizo ver las estrellas en la ciudad de Lima.
Todo muy bonito ( aunque suene un poco superficial), hasta la despedida. Llegué exactamente a mi casa a las once de la noche con once minutos, ¿mágico cierto?
Han pasado algunos días de aquella salida. Ya salí del shock, ya estoy superada y más tranquila. Aún espero para volver a verte esta semana. Dijiste que querías llevar aquella "excusa" a mi casa personalmente y aquí espero, con mis lindos ojitos y con algunos algunos besitos para tus parpaditos que no llegué a darte el martes que nos vimos.