martes, 10 de septiembre de 2013

Dos más uno son tres, siete más tres son diez.

Semáforo en rojo, 10 segundos. 
Infinitos 10 segundos.

Nos miramos, sonreímos, nos saludamos a lo lejos, avanzamos e inconscientemente - creo yo-  sin darnos cuenta, nos seguíamos mirando al mismo tiempo que mirábamos de frente para no chocarnos con el resto de gente. Nos encontramos y, antes de cruzarnos, nuestras miradas se perdieron, fue ahí donde ambos titubeamos. No nos acercamos, la pensamos mucho quizás, o tal vez nos bloqueamos y, por el contrario, no pensamos en nada y seguimos, seguimos sin mirar a atrás. Seguimos, seguimos y no sé tú, pero yo no miré atrás.
Seguí adelante, como si nada hubiera pasado.
Seguí adelante sin voltear, sin mirar atrás...
Si hubiera volteado, ¿me hubiera cruzado con tu mirada, quizás?
Si hubiera volteado, dos años no hubieran regresado ni un instante, jamás.

Caminé hasta la puerta, ingresé sin mirar atrás, mi cuerpo no respondía en lo absoluto, no tenía ni la más mínima idea de a dónde me dirigía, solo caminaba, con la mirada perdida, no sabía lo que hacía...
Caminé, subí escaleras y entré al baño. Me miré al espejo y mi cuerpo seguía sin responder, fue entonces donde comprendí que el amor no se había olvidado, que seguía pensándote en mi subconciente. Por más que te negara mil veces, estabas ahí, siempre estuviste ahí. 


Dos y siete, mi himno por algunos largos meses.




Hoy todo se resume en volver a verte, amor.
¿Amor? 
¿Qué amor?
Se supone que ya te había olvidado, que sin ti todo había "cambiado", "mejorado" y es que me mentí. Me mentí o me hice la idea para seguir viviendo, o algo así.
Cambiar o mejorar, ¿qué cosa? Nada, si desde antes que aparecieras en mi camino todo ha sido igual.
Creí en olvidarte y me la creí bien por dos años.
Dos años y algo más.

Coincidentemente, señales de la vida que no entiendo aún, antes del encuentro, me encontraba en el salón de clases y dibujé una "R" inmensa en mi cuaderno mientras, según yo, prestaba atención a lo que se exponía en la pizarra. Sí, dibujé una letra, no la escribí, la dibujé. La dibujé porque no fue una "R" común, era una "R" dibujada con líneas, trazos, garabateada de alguna manera, como dándole intensidad.
Sin pensarte un segundo aún, te encontré.
No te busqué pero te encontré.

Te llevaba pensado días, meses exactamente, pues dos años así no más no se olvidan y porque es imposible olvidar un siete, más aún si es mi número favorito desde siempre. 
Siete desde siempre, que por suma coincidencia de esta pendeja vida, también es la fecha de cumpleaños de dos grandes amigos que fueron, en su momento, parte de nuestra vida, más tuya que mía, pero nuestra, al fin y al cabo, por algunos meses. Algunos meses, solo tres, casi cuatro, en los que fui la chibola con 18 años más feliz del universo: mi universo. Después de un siete en aquella parrillada casi improvisada en donde, por segundos, me rendí y dejé de creer en el amor, pero fuiste tú, quién sin promesa alguna, me dijo que iba a ser feliz, antes de darme un beso en la frente para largarse al baño y salir luego de largos minutos con los huevos bien puestos, decidido a comenzar algo que, de todas maneras, sabíamos que iba a tener fin, sin pensarlo, ni predecirlo, mucho menos pronunciarlo para no cagar el feeling del momento.
Y fui feliz, sin promesa alguna, fui feliz.

Alguien me dijo que a veces las cosas pasan porque sí, porque tienen que pasar y no se sabe cuál es la razón, el motivo y/o la circunstancia, peor es que no existe explicación (lógica), y, si es que la hubiese, de nada sirve desear que no hubiera pasado o que sea diferente porque ya pasó, porque de alguna u otra manera tenía que pasar y no se puede hacer nada por evitarlo. O quizás sí, si no hubiera decidido salir de la universidad para comprarme un maldito chupetín.

Quería desaparecer, aunque invisible me siento casi siempre, pero no hoy. Hoy me sentí expuesta a más no poder porque se me ocurrió llorar en lugar de tragarme el sentimiento que tenía atracado en la boca del estómago, pues corazón no tengo. 
Lloré lo que tuve que llorar dentro del baño, me sequé las lágrimas y me hice la fuerte pero al salir, al salir se me vino el mundo encima y había perdido mis poderes de invisibilidad. Intenté perderme pero era demasiado tarde. 
Me acerqué al salón, tuve la suerte de encontrarme con el profesor en la puerta y le pedí el favor de poder retirarme de su clase. Creo que en ese momento mi dignidad se fue en el par de lágrimas que solté al mirarlo a los ojos y me dejó ir. Me dejó ir sin preguntar qué pasaba.
Bajé las escaleras, mis ojos no dejaban de llover, sí, LLOVER. 
Qué exagerada, carajo. Pero es que ya no tenía control sobre mi cuerpo y fue entonces donde me desplomé. Me desplomé en el primer espacio de cemento que encontré. Lloré lo que tuve que llorar, me importó un bledo la gente de mi alrededor, total, a ese punto ya ellos eran invisibles para mi.
¿Que por qué lloraba? Ni puta idea. 
Ni puta idea de porqué chucha estaba tan alterada.
Qué mierda.
Ya ni sabía si era por ti o por mi, o por el imbécil que te acompañaba, o el maldito semáforo, o la gente que se cruzó mientras caminábamos... 

Pasaron minutos, no sé cuantos, pero pasaron. Las lágrimas cesaron y me fui tranquilizando. Todo lo que sube baja, y así fue, bajó cuando menos lo pensaba.
Repuesta, ya dentro de mis cabales y un poco consciente después de tanto llanto, ya hasta me daba pena saber qué podría pensar la gente sobre mi. Tranquila estaba y alguien completamente desconocido para mi, alguien que jamás había visto en mi vida, se me acercó y me preguntó si estaba llorando. Le respondí con una sonrisa, mirándolo fugazmente a los ojos "SÍ, ESTABA." y bajé inmediatamente la mirada. Se sentó a mi costado y me dijo "No me conoces, ni yo a ti. Pasé por aquí y te vi llorando... Tuve el atrevimiento de comprarte esto, no sé, lo siento..." y fue en ese momento en el que levanto la mirada y tenía un paquete de galletas bañadas en chocolate en las manos y me lo dio esperando alguna reacción... No supe que hacer, no debió hacer eso, no me conocía, pero fue un lindo detalle. Estaba en shock, no esperaba algo así, menos de un extraño. Acepté su presente y se despidió "Bueno, no sé qué te esté pasando, pero todo va a mejorar. Vas a ver, todo va a estar bien." Se inclinó hacia mi, me dio un beso en la mejilla y se fue.
Todo va a estar bien, dijo y si pues, todo va a estar bien, ¿no?
Al recibir la galleta no me dio tiempo a preguntarle cómo se llamaba, solo le agradecí mientras tartamudeaba al intentar hablar. Y, al irse, lo que bajó, volvió a subir y estaba yo sintiéndome increíblemente estúpida, con lágrimas de nuevo en los ojos, pero feliz, dentro de todo feliz. 
Feliz, con lo increíble que es la vida. 
Feliz, con lo cojuda que puedo llegar a ser. 
Feliz, porque soy libre, porque gozo de buena salud (quizás no mental, pero sí física a medias).
Feliz, porque descubrí que tengo sentimientos y no soy de piedra como me había creído, y que aún existe gente de buen corazón en el mundo dispuesta a regalarnos chocolate cuando estamos en la mismísima mierda. 
Feliz, porque me crucé contigo, porque hay cosas que no entiendo y jamás entenderé. 
Feliz, porque lloré después de mucho tiempo, lloré con ganas, lo disfruté, fue un placer. Un placer haberte conocido, un placer quererte, un placer extrañarte, un placer permitirme llorar nuestros recuerdos, un placer haberte olvidado por algún tiempo, un placer el hecho de que vuelvas a cruzarte en mi camino, un placer después de dos años, de sentirme viva aunque quiera morir desde mucho antes de existir. Un placer estar aquí, escribiendo para nadie, para alguien, para ti, para mi, para nosotros, para el recuerdo de lo que pasó y de el qué hubiera pasado si hubiésemos volteado, si al cruzarnos en aquella pista nos hubiéramos detenido unos segundos, quizás para definir el saludo. Fue y es un placer.

Qué hubiera pasado si no nos hubiésemos encontrado, posiblemente hace más de dos años. 
Qué hubiera pasado, no lo sé y a estas alturas ya ni me interesa saber, no me corresponde saber.
Todo va a estar bien, lo dijo aquel chico con guitarra, lo dice todo el mundo.
Todo va a estar bien, todo estuvo bien sin ti, sin mi, sin nosotros.
Todo va a estar bien, todo pasa.

Todo va a estar bien.