Son varias las noches que no puedo dormir.
Se anuncia tu recuerdo en cada lágrima que desliza mi rostro y pienso, pienso y me pregunto qué hubiera sido de nosotros si no hubiésemos intentado jugar a ser amantes eternos.
¿Cuál es el precio que tengo que pagar por enamorarme de ti?
La soledad.
La soledad es el precio.
La soledad eterna que siempre hubo y estuvo entre los dos.
Pasa el tiempo y suspiro.
Sábanas blancas, paredes verdes y tu recuerdo.
Tus dedos, tus manos, tus brazos, tu espalda, tu pecho, tu cuerpo.
Sábanas blancas, paredes verdes y tu recuerdo.
Tus dedos, tus manos, tus brazos, tu espalda, tu pecho, tu cuerpo.
Tus besos...
Me besas despacio, y sonríes luego, delatando tu nerviosismo.
Acaríciame y viajemos.
Disfruta de mi silueta en el espejo y ámame,
Disfruta de mi silueta en el espejo y ámame,
ámame como la primera vez.
Destrózame el alma, fóllame como solo tú sabes.
Hazme gemir, jálame y penétrame,
penétrame y miénteme,
dime que soy hermosa, que no existe nadie en el mundo como yo.
Disfruta de mi y dime que me quieres,
aprovéchate que soy tuya, tuya y de nadie más.
Te amé, te amé.
Te amé y me enamoré.
Me enamoré y fracasé.
Te amé y me enamoré.
Me enamoré y fracasé.
Fracasé y perdí.
Perdí. Me perdí.
Hay amores imposibles, amores pasajeros que necesito olvidar.