La acariciaste y viste su sonrisa, luego la tomaste por la fuerza, le tapaste la boca, y sobaste tu miembro sobre su cuerpo. La tiraste sobre la cama, le abriste las piernas y sus gritos no pudieron impedir que la violaras.
Terminaste con tu "gran hazaña", y la abrazaste, como si pudieras devolverle el alma en ese momento. Pediste perdón, dijiste que no era lo que querías, que no querías hacerle daño.
La dejaste ir, y gracias por eso.
Ella calló, nunca dijo nada y te perdonó.
Ella ya no siente dolor, ella no guarda rencor.
Pero nada ni nadie le quita las náuseas cada vez que escucha a alguien decir "perdón, pero no quería hacerte daño".