martes, 14 de febrero de 2017

Vulnerable, así me encuentro.
Emocionalmente inestable, todo el tiempo.

Tomo la decisión de alejarme del mundo, mas no de la rutina porque – equivocadamente- es esta la que me mantiene “viva”.
No puedo afirmar que he intentado de todo, porque no es así, pero que no se diga que no me esfuerzo en conseguir la paz que tanto ansío.
Consumo drogas, o ellas me consumen a mí. Y no, no hablo exactamente de químicos o ácidos, pero sí fármacos; porque a estas alturas son más accesibles que la marihuana.

Llevo un pasado que me sigue pesando y, aunque se mantenga guardado en el cajón más bajo del mueble, no se me es muy difícil tirarme al suelo para hurgar en él.

Tengo miedo, mucho miedo; no me quiero, ¿a quién miento?
Me siento sola todo el maldito tiempo y es lo que quiero, pero no quiero y no sé. Nada sé. Sí pues, no sé lo que quiero.
O quizás sí: quiero dormir todo el día / quiero hacer ejercicio todo el maldito día.
Un dilema existencial que llevo día a día.
No quiero ver mi cuerpo reflejado en espejos, ni reproducidos en videos y por más que quiera sentirme bonita no encuentro razón para perder el tiempo en tanta tontería.
Sé que debo mantener mi mente ocupada/distraída en cosas productivas, pero aquí me encuentro una vez más, escribiendo para soltar y, sin darme cuenta, cayendo una vez más en este círculo vicioso que me lleva a la ansiedad.

Anoche bañé mi almohada en jazmín, pero el sueño se me entrecortó gracias a los laxantes que tomé antes de dormir. ¿Qué clase de loca que come sólo pasto y hierbas necesita evacuar con prisa para sentirse vacía?  Obvio yo, pero ni sé para qué.
No soy modelo, aunque presente comportamiento de deportista, no vivo de esto. Al contrario, pago para ejercitarme, para ocupar un espacio en un ambiente en el que en ocasiones me siento cómoda, cómo que en otras observada y juzgada: que si estoy muy delgada, que si hago mucho cardio, que si tengo algún secreto para verme tan bien cuando NO ESTOY BIEN, ¿acaso no lo ven? Las ojeras me llegan a las rodillas, mi cuerpo tiene moretones cada cinco centímetros o menos, mis manos tiemblan y mi corazón presenta arritmia cuando mantengo un nivel alto de entrenamiento; tengo grasa abdominal, la cual disimulo guardando la respiración y oculto bajo una correa gruesa de cuerina a la cual necesito hacerle un par de huecos más para creer que necesito reducir más la medida de mi cintura; tengo anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, gastritis nerviosa y en resumen ando nerviosa y ansiosa y deprimida pero no lo ven. Se me baja la presión, tengo pésima circulación, se me hinchan las venas y tengo un nervio al lado derecho del cuerpo que se me inflama a causa de este estrés constante. Tomo pastillas, intento comer -excesivamente- saludable, en lo posible, hago dos horas diarias de yoga, una hora de cardio, una hora de entrenamiento de pesas, media hora de entrenamiento funcional, lloro por las noches, pero finjo estar en mis cabales durante el día.

Estoy cansada.
Estoy muy agotada.
Estoy agobiada y no quiero salir de mi “zona de confort”.


Quiero estar sola, necesito estar sola, pero conmigo: y no sé dónde diablos estoy.