Encontrar defectos en quien te demuestra amor es humanizar.
Defectos y manías que no oculta y, que al final, pueden hasta gustar.
Observo al humano que me quiere y veo sus ojos brillar.
Sus labios tiemblan, sus manos no saben qué tocar:
evidentemente, está nervioso y soy yo quien genera su ansiedad.
Le falta el aliento, y no sabe si sonreír o respirar antes de suspirar.
Me acaricia como si fuera una piedra preciosa, su niña hermosa:
encuentra calidez en mi frialdad,
y no tengo mejor recurso que acobijarme en su forma de amar.
Me aterra su seguridad / me atrae, al mismo tiempo, esa sólida seguridad.
Sabe lo que quiere, sabe que me quiere, y repara todo el tiempo en hacérmelo notar.
Admiro su paciencia, la capacidad que tiene ahora (todo el tiempo) saber esperar.
¿Cómo no quererlo, si ha hecho de todo por entrar?
Pidió permiso para acompañarme en mi decidida soledad,
disfruta del caos que me envuelve y
no teme arriesgar, pues sabe que me va a ganar.
Le tengo un cariño bonito a este humano, que no sabe mejor cosa que amar.
Me contempla a lo lejos cuando estoy cerca y, cuándo estoy lejos, hace de todo por llegar.
No calcula sus movimientos y, en ocasiones, nos reina la torpeza: imposible de no besar.
Tengo grabados los susurros de deseo,
esas ansias de interminables besos inconclusos y de caricias sin rumbo.
Tengo cada recuerdo en mi piel como si fuera cierto,
cómo si hubiéramos consumado un crimen perfecto.
Este amor sin miedo equilibra mi universo,
genera en mi eventual saciedad.
Me ama de una manera sobrenatural y, sin hacer omisa mi locura existencial,
guarda la calma y sabe acompañarme en mi tempestad.
Me escucha y atiende;
me discute y me entiende.
No niego que ha logrado sacarme de quicio con su inepta ingenuidad,
pero tanta paz al final, es reflejada en mi accionar.
No sé cuanto tiempo sea necesario para sentirme segura y continuar,
pero disfruto de este amor bonito - compartido que me ayuda en mi andar.
A estas alturas de mi vida, mi prioridad es mi estabilidad emocional,
y este humano solo logra que sea infinita a mi manera, en todo momento y lugar.
Está seguro que se quiere quedar,
porque quiere todo conmigo y nada sin mi;
bienvenido el que (me) quiera compartir y (me) sepa esperar.