miércoles, 3 de febrero de 2021

Mercado San Francisco

No he dejado de preguntarme cuándo fue que empezó todo esto, si yo no era así y se supone que tú tampoco, porque nunca lo fuiste y, según tú, me atribuiste toda la culpa de lo que algún día pasó entre nosotros. 

Trato de recordar cuál fue el motivo, cuál fue la razón, qué ocasionó que perdiera autoridad sobre mí misma, sentido de orientación y terminara por sepultarme viva, no sin antes quemarme en este infierno, sin permiso y sin perdón.

Lo descubrí. Desbloquié un recuerdo que creía haberme convencido de borrarlo, por hacerte un favor, por brindarte el perdón. En realidad, jamás te he perdonado. Y es que no fue tu edad el motivo de mi inseguridad, pero si la mentira, una tras otra, aquellas que me hicieron dudar el resto de mis días, haciéndome creer que no era lo suficientemente buena para ti, que tenías que fingir ser otro para conquistarme, que tenías que ocultar lo que no debía causar duda en mi, el día que terminaste por aniquilar la poca confianza que te tenía. El día que decidiste engañarme y engañarte, convenciendo a los participantes de tu cuento para hacerme creer que todo era una "broma", como si fuera una más de costumbre. Me aniquilaste, o fui yo la que se disparó al corazón y se dejó caer sobre tus brazos, como si fueran los únicos salvadores en la escena. Si era algo cotidiano, si no había malicia en el encuentro, ¿por qué ocultar? ¿Por qué engañar? ¿Por qué mentir? ¿Es que acaso nunca fue suficiente, en ese entonces, toda la confianza que te brindaba? ¿Por qué me di cuenta demasiado tarde? ¿Por qué tuve que enamorarme así de ti, aun sabiendo que no eras para mí?
Te defendí, siempre defendí y negué que fueras tú, que me estaban inventando una situación que curiosamente terminó en una "broma", cuando en realidad fuiste tú quién pidió que mágicamente el engaño saliera a la perfección. Aún leo lo sucedido y me siento tan estúpida, increíblemente ilusa.

Ya no quiero forzar más las cosas, porque después de tanto daño, tanta pena, tanta ansiedad y tanta angustia, quiero darme una oportunidad con mi yo del pasado, aquella que no mendigaba compañía, amor y atención; aquella que no quería saber de nadie, solo de sí misma; aquella que estando sola se sentía completa; aquella que no tenía que fingir estar bien, porque lo estaba; aquella segura de sí misma, que sabía lo que quería, que no tenía miedo de hablar, de sentir, de soñar, de vivir; aquella que superó todo el daño de sus relaciones pasadas para amarse más fuerte y reconstruirse; aquella que ya no soy hoy, pero quiero ser, necesito ser. 

Gracias por enseñarme a ser fuerte. 
Perdón por no ser suficiente.