lunes, 24 de mayo de 2010

Tú, no existes.

Te pensé.
Te inventé.
Te imaginé.
Te soñé.
Te creé.

... Y aquí estas,
parado junto a mi.
Me coges de la mano, me sonríes.
Me miras, te miro.
Me abrazas, te siento.
Me besas y suspiro.
Te encuentro en la oscuridad,
me acaricias suavemente,
me tomas por la espalda y me llevas a la cama.
Me echo a tu lado,
cierro los ojos
y duermo contigo.

Despierto
y regreso al vacío.
No estas.
No existes.
¿Dónde estás?
¿Te has ido?



De mis sueños solo queda
un recuerdo infinito...

viernes, 7 de mayo de 2010

Domingo.

Luego de una ardua jornada, se encontraba ella recostada en su cama, sudorosa luego de la travesura realizada, con una plácida sonrisa en el rostro. Su amante, que instantes previos se levantó para contestar una llamada, regresó silenciosamente, se recostó al lado, rozando sus pechos, empezó a cantarle:

Ansio el momento de tenerte encima,
quisiera estar adentro de tu cuerpo canibal,
me encanta tocarte quitarte la ropa,
mirarte mientras bailas de lujurias tu boca,
me acuerdo de todo, de aquellas promesas,
jugando con las ganas de tenerte en mi mesa,
yo sigo despierto a ver si regresas,
rogándole al tiempo que termine la espera... 


Ella soltó una risita pícara, suave e inocentemente deslizó sus manos por su pecho, insitándolo a que la siguiera provocando... Él continuó:

Solías pedirme que fuera indecente,
hacer todas las cosas que tenías en mente,
jugar al extraño, jugar al demente;
salir sin hacer daño, tu inocencia me miente.


Se abre mi herida al verla sonriente,
me duele sin motivos cuando no esta presente.
Perfume barato, quítame la vida
sin tu dulce veneno ya no tengo salida...


Sin dudar, ella se colocó encima de él y comenzó a moverse. Sus pezones rozaban su pecho, él la tomaba por la espalda, la acariciaba crispando cada bello...
La cogió por la cintura, deslizó sus manos hasta llegar a sus caderas, la miraba y, en silencio, le decía que la amaba...
Ella seguía bailando sobre aquel pene erecto, jadeando y cogiéndose el cabello, reponsando sus brazos eventualmente sobre la cama, respirando aceleradamente, mordiéndose los labios, perdiendo la consciencia sin perder el ritmo. Dejó que él ocupara su aire, giraron uno sobre otro. Él controló su cuerpo y cual jinete, sobre ella, le besó los pechos. Fue bajando por un largo camino, saboreando cada parte, lamiendo y erizando levemente la piel, recorrió su abdomen hasta llegar al vientre, fue ahí donde empezó la travesía...

Para ella fue una experiencia confusa, la ventana se encontraba entrabierta y el aire ingresaba despacio, como un susurro de la noche. Golpeaba las cortinas en un vaivén interminable, como los cuerpos de ambos, al mismo tiempo... Ella gozaba cada segundo, se entregaba y, dentro de su delirio, intentaba no perder la consciencia, apretaba fuerte las sábanas y, por un instante, creyó perder la vida cuando en realidad recién el juego había empezado. Él no se quedaba quieto, en su mirada se notaba la lujuría, el deseo... Dejó aquel clítoris hinchado, y las piernas que lo acurrucaban temblaban sin reparo. Sucumbió de aquel mar y se asomó por la pelvis, como un niño curioso no dudo en llegar hasta el cuello, sin evitar hundirse sobre sus pechos, redondos y de pezones erectos. Llegó a la oreja y suavemente se la mordió. Pronunció un "Te amo", ella solo sonrió.

[...]

Sonó el despertador: amanecieron juntos, dos almas entrelazadas con un fin concebido.
Disfrutaron de sus últimos minutos juntos en la ducha; ella tenía que alistarse para ir al trabajo y él, regresar a su casa, donde su ilusa esposa lo esperaría con el desayuno, pensando, ingenuamente, que aquel fin de semana estuvo en un viaje de negocios.

El día empezó bien, ya camino al ascensor se dieron el último beso, propio como despedida. Él la cogió de las manos y, luego de besar cada una de ellas, le dijo que la amaba. Ella lo miró y sonrió, acompañándolo hacia la puerta y despidiéndolo sin temor a perderlo.