martes, 3 de diciembre de 2013

Nota: para olvidar.


Son varias las noches que no puedo dormir.
Se anuncia tu recuerdo en cada lágrima que desliza mi rostro y pienso, pienso y me pregunto qué hubiera sido de nosotros si no hubiésemos intentado jugar a ser amantes eternos.

¿Cuál es el precio que tengo que pagar por enamorarme de ti? 

La soledad.
La soledad es el precio.
La soledad eterna que siempre hubo y estuvo entre los dos. 

Pasa el tiempo y suspiro.
Sábanas blancas, paredes verdes y tu recuerdo.
Tus dedos, tus manos, tus brazos, tu espalda, tu pecho, tu cuerpo. 
Tus besos...

Me besas despacio, y sonríes luego, delatando tu nerviosismo. 
Acaríciame y viajemos.
Disfruta de mi silueta en el espejo y ámame, 
ámame como la primera vez. 
Destrózame el alma, fóllame como solo tú sabes. 
Hazme gemir, jálame y penétrame, 
penétrame y miénteme, 
dime que soy hermosa, que no existe nadie en el mundo como yo.
Disfruta de mi y dime que me quieres, 
aprovéchate que soy tuya, tuya y de nadie más.

Te amé, te amé.
Te amé y me enamoré.
Me enamoré y fracasé. 

Fracasé y perdí.
Perdí. Me perdí.

Hay amores imposibles, amores pasajeros que necesito olvidar.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Libertad.

Tú y tu doble moral se pueden ir a la mierda.

Critican sin saber, sin conocer; inventan cosas y hablan por hablar. Hipócritas todos porque no somos lo suficientemente pendejos para decirnos las cosas en la cara, pero sí para hablar de espaldas. Digo somos porque me incluyo, porque a mi también me ha dado lástima alguna persona o situación y he hablado lo que he querido, pero siempre frente a un espejo, y sí, he sido lo suficientemente pendeja para decir lo que pienso, pero sin indirectas, sin habladurías o chismes inventados. Como si el mundo fuera pequeño y nadie fuese a darse cuenta de lo que pasa.

Llevo años una guerra conmigo, intentando descubrir quién soy, tratando de ser yo misma sin encajar o ser alguien que no soy para complacer al resto y, cuando siento que lo estoy logrado, o que por lo menos estoy descubriendo mi verdadero yo, empiezan las habladurías.

Uno puede estar loco, uno puede estar enfermo y si es así, es el problema de uno, no del resto. Soy consciente y responsable de lo que pueda hacer con mi persona: soy mayor de edad y decido hacer lo que me venga en gana siempre y cuando no haga daño al resto. El problema viene cuando uno está cómodo consigo mismo, y en la búsqueda de la satisfacción personal involucra indirectamente a las personas que te quieren haciendo más daño que aquel ya se hizo uno mismo.
En esta sociedad, está claro que el término libertad es malinterpretado, o quizás mal entendido y hasta juzgado por quienes viven del qué dirán. No somos lo suficientemente capaces de aceptarnos como somos y dejar de juzgar al resto sin antes haber solucionado nuestros propios problemas o revertir nuestros complejos.

Amo mi libertad, mi forma de expresarme, aunque muchos no la entiendan y la malinterpreten como puterío. Soy como soy, y no pienso cambiar: le joda a quién le joda, le duela a quién le duela, pero no voy a permitir que se siga creando una idea errónea sobre mi persona.
Es fácil juzgar, criticar, señalar e inventar cosas para tapar nuestros propios defectos, es fácil hablar de libertad cuando vives amarrado a los prejuicios de una sociedad de mierda, donde un desnudo es regalarse a sí mismo, cuando creen que toda persona que se "sobreexpone" tiene problemas, y sí, puede que los tenga, pero eso no da motivo a que la gente sea tan cara de palo y hable huevadas sin saber, sin conocer a la persona que practica este arte. Sí, ARTE.
¿Cuál es la diferencia de que una persona pose en bikini o ropa interior, si piel igual se va a ver? Obviamente es la intención con la que esta imagen se muestra y con los ojos del observador que da crítica "libre" y suelta a lo que pueda o crea ver."Como te ven, te tratan" y sí, "cada quién ve lo que quiere ver". Ojos malintencionados, ojos cucufatos, ojos hipócritas que se pasan más de la mitad del día viendo pornografía, la cual también es considerada arte, pero en un sentido maquiavélico.

Nacimos despojados de prendas, nacimos libres, desnudos, llenos de vida, no entiendo porqué juzgar lo que los ojos puedan apreciar.
No es justificación, pero es mi opinión, lo que siento, lo que creo, lo que soy.

Hay belleza en todo lo que observamos, en todo lo que sentimos, en lo que probamos, palpamos y degustamos. Hay belleza en el alma, alma que no ven aquellos ciegos de corazón, que están aferrados a una idea retrógada, que piensan que porque una mujer u hombre decide mostrar su alma al mundo es fácil. La gente se equivoca, algunas personas somos más libres que otras, sólo déjennos volar. No nos amarren, no nos corten la alas, aquí estamos solo de paso, para disfrutarnos, para admirar la belleza, para darle sentido a la piel, a lo superficial, para dejar ver nuestras almas.
Somos los más sinceros, los que no tememos volar y caer, porque de alguna manera hemos sufrido tanto que hemos decidido ser nosotros mismos, sin tabúes ni ataduras, sin pieles que nos hagan sentir prisioneros.

Júzguennos cuanto quieran, pero déjennos volar.


martes, 10 de septiembre de 2013

Dos más uno son tres, siete más tres son diez.

Semáforo en rojo, 10 segundos. 
Infinitos 10 segundos.

Nos miramos, sonreímos, nos saludamos a lo lejos, avanzamos e inconscientemente - creo yo-  sin darnos cuenta, nos seguíamos mirando al mismo tiempo que mirábamos de frente para no chocarnos con el resto de gente. Nos encontramos y, antes de cruzarnos, nuestras miradas se perdieron, fue ahí donde ambos titubeamos. No nos acercamos, la pensamos mucho quizás, o tal vez nos bloqueamos y, por el contrario, no pensamos en nada y seguimos, seguimos sin mirar a atrás. Seguimos, seguimos y no sé tú, pero yo no miré atrás.
Seguí adelante, como si nada hubiera pasado.
Seguí adelante sin voltear, sin mirar atrás...
Si hubiera volteado, ¿me hubiera cruzado con tu mirada, quizás?
Si hubiera volteado, dos años no hubieran regresado ni un instante, jamás.

Caminé hasta la puerta, ingresé sin mirar atrás, mi cuerpo no respondía en lo absoluto, no tenía ni la más mínima idea de a dónde me dirigía, solo caminaba, con la mirada perdida, no sabía lo que hacía...
Caminé, subí escaleras y entré al baño. Me miré al espejo y mi cuerpo seguía sin responder, fue entonces donde comprendí que el amor no se había olvidado, que seguía pensándote en mi subconciente. Por más que te negara mil veces, estabas ahí, siempre estuviste ahí. 


Dos y siete, mi himno por algunos largos meses.




Hoy todo se resume en volver a verte, amor.
¿Amor? 
¿Qué amor?
Se supone que ya te había olvidado, que sin ti todo había "cambiado", "mejorado" y es que me mentí. Me mentí o me hice la idea para seguir viviendo, o algo así.
Cambiar o mejorar, ¿qué cosa? Nada, si desde antes que aparecieras en mi camino todo ha sido igual.
Creí en olvidarte y me la creí bien por dos años.
Dos años y algo más.

Coincidentemente, señales de la vida que no entiendo aún, antes del encuentro, me encontraba en el salón de clases y dibujé una "R" inmensa en mi cuaderno mientras, según yo, prestaba atención a lo que se exponía en la pizarra. Sí, dibujé una letra, no la escribí, la dibujé. La dibujé porque no fue una "R" común, era una "R" dibujada con líneas, trazos, garabateada de alguna manera, como dándole intensidad.
Sin pensarte un segundo aún, te encontré.
No te busqué pero te encontré.

Te llevaba pensado días, meses exactamente, pues dos años así no más no se olvidan y porque es imposible olvidar un siete, más aún si es mi número favorito desde siempre. 
Siete desde siempre, que por suma coincidencia de esta pendeja vida, también es la fecha de cumpleaños de dos grandes amigos que fueron, en su momento, parte de nuestra vida, más tuya que mía, pero nuestra, al fin y al cabo, por algunos meses. Algunos meses, solo tres, casi cuatro, en los que fui la chibola con 18 años más feliz del universo: mi universo. Después de un siete en aquella parrillada casi improvisada en donde, por segundos, me rendí y dejé de creer en el amor, pero fuiste tú, quién sin promesa alguna, me dijo que iba a ser feliz, antes de darme un beso en la frente para largarse al baño y salir luego de largos minutos con los huevos bien puestos, decidido a comenzar algo que, de todas maneras, sabíamos que iba a tener fin, sin pensarlo, ni predecirlo, mucho menos pronunciarlo para no cagar el feeling del momento.
Y fui feliz, sin promesa alguna, fui feliz.

Alguien me dijo que a veces las cosas pasan porque sí, porque tienen que pasar y no se sabe cuál es la razón, el motivo y/o la circunstancia, peor es que no existe explicación (lógica), y, si es que la hubiese, de nada sirve desear que no hubiera pasado o que sea diferente porque ya pasó, porque de alguna u otra manera tenía que pasar y no se puede hacer nada por evitarlo. O quizás sí, si no hubiera decidido salir de la universidad para comprarme un maldito chupetín.

Quería desaparecer, aunque invisible me siento casi siempre, pero no hoy. Hoy me sentí expuesta a más no poder porque se me ocurrió llorar en lugar de tragarme el sentimiento que tenía atracado en la boca del estómago, pues corazón no tengo. 
Lloré lo que tuve que llorar dentro del baño, me sequé las lágrimas y me hice la fuerte pero al salir, al salir se me vino el mundo encima y había perdido mis poderes de invisibilidad. Intenté perderme pero era demasiado tarde. 
Me acerqué al salón, tuve la suerte de encontrarme con el profesor en la puerta y le pedí el favor de poder retirarme de su clase. Creo que en ese momento mi dignidad se fue en el par de lágrimas que solté al mirarlo a los ojos y me dejó ir. Me dejó ir sin preguntar qué pasaba.
Bajé las escaleras, mis ojos no dejaban de llover, sí, LLOVER. 
Qué exagerada, carajo. Pero es que ya no tenía control sobre mi cuerpo y fue entonces donde me desplomé. Me desplomé en el primer espacio de cemento que encontré. Lloré lo que tuve que llorar, me importó un bledo la gente de mi alrededor, total, a ese punto ya ellos eran invisibles para mi.
¿Que por qué lloraba? Ni puta idea. 
Ni puta idea de porqué chucha estaba tan alterada.
Qué mierda.
Ya ni sabía si era por ti o por mi, o por el imbécil que te acompañaba, o el maldito semáforo, o la gente que se cruzó mientras caminábamos... 

Pasaron minutos, no sé cuantos, pero pasaron. Las lágrimas cesaron y me fui tranquilizando. Todo lo que sube baja, y así fue, bajó cuando menos lo pensaba.
Repuesta, ya dentro de mis cabales y un poco consciente después de tanto llanto, ya hasta me daba pena saber qué podría pensar la gente sobre mi. Tranquila estaba y alguien completamente desconocido para mi, alguien que jamás había visto en mi vida, se me acercó y me preguntó si estaba llorando. Le respondí con una sonrisa, mirándolo fugazmente a los ojos "SÍ, ESTABA." y bajé inmediatamente la mirada. Se sentó a mi costado y me dijo "No me conoces, ni yo a ti. Pasé por aquí y te vi llorando... Tuve el atrevimiento de comprarte esto, no sé, lo siento..." y fue en ese momento en el que levanto la mirada y tenía un paquete de galletas bañadas en chocolate en las manos y me lo dio esperando alguna reacción... No supe que hacer, no debió hacer eso, no me conocía, pero fue un lindo detalle. Estaba en shock, no esperaba algo así, menos de un extraño. Acepté su presente y se despidió "Bueno, no sé qué te esté pasando, pero todo va a mejorar. Vas a ver, todo va a estar bien." Se inclinó hacia mi, me dio un beso en la mejilla y se fue.
Todo va a estar bien, dijo y si pues, todo va a estar bien, ¿no?
Al recibir la galleta no me dio tiempo a preguntarle cómo se llamaba, solo le agradecí mientras tartamudeaba al intentar hablar. Y, al irse, lo que bajó, volvió a subir y estaba yo sintiéndome increíblemente estúpida, con lágrimas de nuevo en los ojos, pero feliz, dentro de todo feliz. 
Feliz, con lo increíble que es la vida. 
Feliz, con lo cojuda que puedo llegar a ser. 
Feliz, porque soy libre, porque gozo de buena salud (quizás no mental, pero sí física a medias).
Feliz, porque descubrí que tengo sentimientos y no soy de piedra como me había creído, y que aún existe gente de buen corazón en el mundo dispuesta a regalarnos chocolate cuando estamos en la mismísima mierda. 
Feliz, porque me crucé contigo, porque hay cosas que no entiendo y jamás entenderé. 
Feliz, porque lloré después de mucho tiempo, lloré con ganas, lo disfruté, fue un placer. Un placer haberte conocido, un placer quererte, un placer extrañarte, un placer permitirme llorar nuestros recuerdos, un placer haberte olvidado por algún tiempo, un placer el hecho de que vuelvas a cruzarte en mi camino, un placer después de dos años, de sentirme viva aunque quiera morir desde mucho antes de existir. Un placer estar aquí, escribiendo para nadie, para alguien, para ti, para mi, para nosotros, para el recuerdo de lo que pasó y de el qué hubiera pasado si hubiésemos volteado, si al cruzarnos en aquella pista nos hubiéramos detenido unos segundos, quizás para definir el saludo. Fue y es un placer.

Qué hubiera pasado si no nos hubiésemos encontrado, posiblemente hace más de dos años. 
Qué hubiera pasado, no lo sé y a estas alturas ya ni me interesa saber, no me corresponde saber.
Todo va a estar bien, lo dijo aquel chico con guitarra, lo dice todo el mundo.
Todo va a estar bien, todo estuvo bien sin ti, sin mi, sin nosotros.
Todo va a estar bien, todo pasa.

Todo va a estar bien.

martes, 14 de mayo de 2013

El mejor de los pecados, el haberte conocido.

De la noche a la mañana los sentimientos no desaparecen así por así: o bien aumentan, o bien decrecen.
A la mañana siguiente de aquel viaje que nos cambio la vida, y sí, nos cambió la vida o por lo menos el verano, un amigo cercano, poco consciente por su estado, nos preguntó si esto iba en serio... Yo respondí, completamente sobria, que eso no dependía solo de mi, era algo obvio y... así es, así fue, así pasó. 
Ha pasado poco tiempo y, sin encontrarme aún conmigo misma, empiezo a atar los restos de recuerdos que me quedan e intento almacenarlos en cualquier lugar de mi cuerpo, lejos de mi mente y mi corazón. Tus detalles, tus palabras, tus manías, tus bromas jodidas y todas aquellas cosas que lograban convencerme en lo perfecto que puedes llegar a ser. Puedes o podías, ahora ya no lo sé. Cuando me mentías decías "mi amor", "cariñito", "mi vida" y todas esas cosas cursis que me hacían sentir tan especial, tan única, tan segura y tan perfecta como nunca antes. Aquella preocupación mutua que me hacía saber creer que me quieres querías, quizás no tanto como yo te quiero a ti (si, todavía)...

Te juré no hacerte daño nunca, jamás lo hice, jamás lo haré y de la misma manera me lo juraste, pero no tan sincera, o fallaste... Es más, hasta te reíste luego de la promesa, porque siempre creíste que iba a ser yo quien la cagara, y aquí estamos, "sin habernos hecho daño"...
(Está claro que el daño me lo hice yo sola por empezar a salir contigo, por darle razón a todo el mundo de quién (no) eras para mi y tú, inconsciente en algunas ocasiones, demostrando sin miedo al mundo quién era yo para ti. De eso, solo los dos entendemos, a medias, pero entendemos.)

No me arrepiento de nada de lo que he vivido contigo. 
No me arrepiento de haber confiado en ti y haber perdido la cabeza aquel fin de semana lejos de casa, de haber metido la pata, literal, para luego rompérmela -casual-, de mantener reposo por semanas, dejar de salir para esperarte un lunes en mi casa con un almuerzo que jamás comí antes en mi vida, pero por ti, mira los milagros que viniste a hacer... Por dejar de hacer todo ese tiempo las cosas que me apasionaban, tanto antes como ahora: caminar, correr, saltar y bailar. No me arrepiento de haberme enamorado de tu ausencia y de lo mucho o poco que hablábamos por celular, de tus llamadas en las madrugadas, antes de dormir, en plena juerga y al despertar; de los sueños que tengo/tenía contigo...
No me arrepiento de tragarme toda la mierda de la gente que no supieron, saben, ni sabrán como pasaron las cosas en realidad, de tantas burlas, de tanta pena, de tanta hipocresía y maldad. 
No me arrepiento de haberme impuesto sobre mis papás para verte a escondidas, ni del riesgo a regresar tarde a mi casa o quizás nunca llegar por aquellos quince infinitos, maravillosos, únicos minutos perdidos en el paradero dejando pasar los carros para darnos besos y más...
No me arrepiento de haberte llevado a aquel parque en el que me sentaba a pensar tonterías antes de conocerte, bah, ni al caso... La lista es larga y ya para qué recordar.

Me hiciste mejor persona, y por un momento me hiciste creer en mi, me diste la oportunidad de querer a alguien más, de quererte a ti, y no tienes idea de cuanto te agradezco.
Con esto confirmo que tengo mala suerte, que no me basta con romper espejos de casualidad, de cruzarme con gatos negros al andar y tirar la sal al almorzar. 
Debí haberte dicho que estoy acostumbrada a llevar este karma, pero contigo, mi amor, aprendí que no se trata de mala suerte, que solo se necesita amor, nada más.
No tengo porqué hacerte culpable de nada, es más, no tienes porqué sentirte culpable, nos dejamos llevar y, hay que admitirlo, fue lindo mientras duró.

Eres el mejor, jamás dejarás de serlo, por lo menos para mi.
Gracias por lo mucho, poco o nada que hiciste o no hiciste por/para mi.
Gracias por darme seguridad, cosa que no había sentido antes de conocerte.
Gracias por existir, por ser tú, por haber estado aquí.

Te quiero, gracias por hacerme sentir la mujer más dichosa en la tierra, valemos mucho y ambos merecemos ser felices. ¡Ah! Tuvimos suerte de no escribir en ningún árbol nuestros nombres, si no imagínate, qué daño.

"En el libro de los sentimientos nada está escrito, 
y en el lenguaje del amor no existe el mañana ni el por siempre,
que el corazón decida." 
Me enamoré - Angel y Khriz.

¿Te enamoraste?
Vil mentira. 

Te quiero pero te olvidaste, Abril en el ropero.

La carta que jamás leíste y que jamás leerás.
I
nfinitas gracias, una vez más.


Me preguntaste cuánto te quería y, después de besarte, te respondí infinito... Me repreguntaste, qué significaba para mi y yo sonreí. Nos despedimos y me dejaste ir.

Ya pasaron algunos días y lo siento, necesitaba escribirte esto:

Infinito, no hay lugar ni tiempo en el espacio que lo defina.
No está aquí, no es perceptible por ninguno de nuestros sentidos. Es único y, aunque parezca que sea lo que significa, no es eterno.
Oscuridad, luz, música, silencio, tiempo, viento, latidos, suspiros, calor, miradas, besos, manos, caricias, abrazos, tu cuerpo; el mio, tu voz; mi voz, tu alma; mi alma, el deseo, el placer, los sentimientos -que de por sí no son eternos, son infinitos en su momento- . Los momentos, nuestros momentos, son, fueron y serán infinitos. El cariño que siento por ti, mi amor hacia ti es infinito.
Y así, puedo seguir escribiéndote cada instante a tu lado, para hacer de esto también infinito, pero a estas alturas, ya no hace falta.

Es corto el tiempo que te conozco y es increíble lo mucho que te he llegado a querer; mágicamente todo esto es infinito. Es algo indescriptible, único, perfecto e imperfecto a mismo tiempo. 
Tus miedos, mis miedos; tu sonrisa y el tiempo que desaparecía en ella. Cuando me abrazabas y me tomabas de la mano, cuando me soltabas para no tenerme cerca a ti, para alejarme y volver a encontrarte. Cuando te acercabas a mi sin previo aviso para decirme un te quiero al oído; cuando me besabas rápido, cuando me besabas lento. Mi torpeza, mi inocencia; tus bromas y molestias, mis celos y tus celos, que se evaporaban luego de un beso. Lo poco que conversábamos, cuando te miraba nuevamente a los ojos para decirte que te quería y que me encantabas y que no quería apartarme de ti.

Pregúntame de nuevo cuánto es que te quiero, para responderte que te quiero a mi lado, mientras tú me lo permitas, el tiempo que desees, sea corto o largo.
Pregúntame cuánto es que te quiero, para responderte que te quiero hacer feliz, el tiempo que me permitas estar a tu lado, como lejos, a la distancia también para cuando me quieras fuera de tu vida; yo te sabré entender, porque me doy cuenta lo mucho que te quiero que, conmigo o sin mi, mereces ser feliz.
Y, una vez más, pregúntame cuánto te quiero, para responderte con un beso, el último, que te quiero infinito. Te quiero por tu ternura, por tus besos y caricias, por tu curiosidad y esa forma mágica de hacerme el amor sin tocarme, porque me conoces más de lo que crees y, aunque el tiempo no esté a nuestro favor, porque quizás las cosas sucedieron demasiado rápido, te quiero por ser tú, te quiero por ser únicamente tú, solo tú.

Fuiste, eres y serás lo mejor de mi febrero, de mi marzo y de mi abril completo perfecto.
Gracias por tantos días, por tantas tardes y noches infinitas.
Gracias por aquel abrazo y el último beso. 
Gracias por las memorias, sabiendo que al final, no estaban del todo bien. 


Te quiero infinito, conmigo o sin mi, te quiero primero, te quiero igual.

lunes, 18 de marzo de 2013

Ahora.




Y aquí estamos.
Sonriéndonos, mirándonos, deseándonos.
Aquí estamos, sin saber que hacer...

¿Cómo llegamos?
No sé. Solo recuerdo que empezamos a correr, que ibas detrás mío intentando atraparme. Tropezaste y, antes de burlarme, retrocedí para no tener ventaja. Te di el alcance y nos reímos por la gracia. No sabes cuanto disfruto de tu risa, del brillo de tus ojos cuando compartimos alegría.
Nos enredamos un poco, nos cogimos de las manos y lentamente bajamos hacia el suelo... Me dejaste ir, di dos pasos adelante para volver a jugar. Dimos la vuelta, ambos en sentido opuesto, chocamos. Nos miramos, nos sonreímos y nos besamos. Nos besamos y nos acariciamos, me tomaste como trofeo y me alzaste mientras pegaba mi frente a la tuya. Tu mirada, tu sonrisa. Te acariciaba, momentos infinitos se desencadenaban...
Me bajaste despacio, como si el tiempo se detuviera segundo a segundo, y pegada a ti, pegada a ti el tiempo se detuvo.
No había nada que nos limite, la soledad y el tiempo estaban a nuestro favor.

Ya con los pies en el suelo, y el alma en el cielo, sin advertencia alguna, procedí a despojarte de tu abrigo. No hubo reacción, solo colaboraste alzando los brazos, para hacer más fácil el procedimiento. Toqué tu pecho mientras arrojabas la camiseta lejos de nosotros. Mis manos bordearon tus brazos y, una vez tomados de la mano, deslizamos nuestros cuerpos hacia abajo. De nuevo sentados, me soltaste, y tus dedos empezaron a bailar sobre mi.

Tu mirada fija en mis ojos, ambos perdidos en el espacio, tus caricias intentaban deslizarse por debajo de mi falda.
Mis dedos dibujaban en tu rostro corazones sin forma e infinitos inconclusos por mi debilidad ante tu atrevimiento... Hiciste que me crispara de nervios y cerrara los ojos olvidando tu presencia. Sentí tu respiración cerca a mi. Me recordaste que estabas ahí, besándome en la mejilla y yo,con los ojos cerrados, intentaba encontrar una de tus manos en el vacío. Mientras la buscaba, tu respiración sigilosa se aproximaba, y al apretar tu mano contra la mía, me susurraste al oído...

Hacer el amor es más sencillo si es contigo, me conoces bien, y así no tengamos ni la más mínima idea de en dónde vamos a parar, no interesa, porque entrelazados y acurrucados terminamos el baile al final.

Me gusta cuando besas mi cuello y bajas lentamente hacia mis hombros.Me gusta cuando acaricias mis senos y juegas con mis pezones haciendo que mi corazón palpite sin ritmo. Me gusta que me mires así, con deseo, que me hables con la mirada y que me hagas sonreír hasta olvidar quién soy.
Me gusta cuando con besos te deslizas sobre mi cuerpo sin prejuicio alguno. Me gusta cuando recorres sin reparo mi cuerpo completo y te detienes en el ombligo para mirarme sonriendo, como pidiéndome permiso para enamorarte de nuevo. Me gusta cuando bajas y te quedas ahí, me contemplas y arremetes contra mi, curioso. Saboreas de mi vientre más abajo el veneno de adentro. Haces que me contraiga, que suspire, que gima, que grite, que pierda la conciencia mientras exploras por dentro y saboreas el néctar de la flor, del placer eterno. Los segundos pasan, la vida pasa, estamos aquí, los dos. Cuando decides subir, me decido a voltear la tortilla del sartén, colocándome sobre ti y tomando la posición predilecta. Déjame domarte, déjame guiarte. Deja que coloque tus manos sobre mi cuerpo mientras, en la oscuridad, disipamos nuestros miedos.
Apreta mis piernas, no las sueltes nunca. Recuérdame que soy tuya y háblame con los ojos, con las manos, con tu aliento, dime lo que deseas. Conviértete en viento, lléname de magia. Puedo besar tu frente, tu nariz, tus labios, tu mentón, tu cuello. Puedo besar cada uno de tus lunares, bajar lento, enamorarte de nuevo. Puedo acariciarte mientras mi lengua recorre tu cuerpo tendido, puedo tomarte de las manos, solo si quieres sentir el placer infinito.
Puedo llegar a tu miembro y demostrarte que el amor existe, que no es un cuento. Puedo endulzarte la vida, por lo menos unos segundos, unos minutos...

¿Qué quieres? Solo dime...
Por ti estoy dispuesta a todo.

Me dicen que estoy loca, y quizás sí.
Pero la vida pasa mientras respiras, mientras te detienes a pensar y te olvidas de vivir.
Si de todo lo vivido el amor es lo único que me pertenece, pues dejemos que pase.
No quiero morir sin haber amado antes.

Nada pasa por que sí.
No hay tiempo, no hay lugar ni espacio, hay sentimientos, hay imágenes, hay verdades, hay momentos infinitos.

"Di que sí, aunque tengas miedo, aunque te arrepientas. 
Porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si dices no."





sábado, 2 de marzo de 2013

She will be loved.

Dicen que el amor a primera vista existe.
Quizás y sí, puedo empezar a creer en eso.

Que pase lo que tenga que pasar. El tiempo lo dirá.

Me sucedió de manera casual, no lo buscaba, pero parece que el amor me encontró y me alcanzó.
Ya, esta bien, lo buscaba sí, pero no lo encontraba y decidí poner trabas, tropecé, me caí, literalmente, y me fracturé.
Ando sentada o echada, mi alma baila pero mis piernas permanecen inmóviles por restricción médica y, en este estado, recién empiezo a valorar lo que tenía y no creía tener.
El amor está ahí, siempre estuvo y siempre estará, aunque yo no lo quiera ver.
No me arrepiento de nada en estas últimas semanas, quizás hice cosas que sabía que no debía hacer, pero las hice y QUÉ... 
Con un descanso médico mínimo de seis semanas y mis frustraciones encima, tengo más ganas de vivir que cualquier otra persona. Es sencillo, no me voy a morir. Es solo un castigo que me da la vida por andar renegando de lo que me tocó. Ahora entiendo, ahora comprendo. No me quejo, pues nada es perfecto. El amor duele, es cierto y si bien dicen que las malas decisiones hacen buenas historias, pues aquí les cuento la mía. Incompleta, casi perfecta.

Verano horrible, con harto sol, traía aún amores del año pasado y con el mismo texto de siempre: este va a ser mi año... Y bueno, se supone que para que sea "mi año" no tenía que cometer los mismos errores ya cometidos, porque se supone que de ellos ya había aprendido (bla bla bla) pero como soy bruta, tonta, loca y muchas veces pienso en exceso, sabía que tenía que meter la pata, de nuevo.

Me di un tiempo y conocí a un chico, me encariñé muy rápido pero tenía claro que no era lo que buscaba y, sin bien había aparecido en mi vida en el momento (supuestamente) "indicado", de una manera tan loca y rara, lo aprendí a querer, pero al parecer no era suficiente. Tenía claro que no duraría mucho y que lo que sentíamos era amistad, muchas cosas a fines, pero nada alentaba a formalizar una relación sería, le faltaba más que edad para ello. Pasamos muy poco tiempo juntos conociéndonos y, así como todo empezó rápido, terminó de la misma manera... 
Por cosas del destino, parece que nos llegó alguien más sin pedirlo y, en simultáneo, nos ilusionamos de nuevo, pero esta vez cada quien por su lado.

Algunas oportunidades se presentaron en mi vida y esta vez nos las dejé pasar. Y en el momento en el que creí que las cosas iban perfectamente bien y que nada malo podía pasar... Voldemort regresó para hacerme feliz por media hora y algo más... Caí en su juego, por más excusas que haya puesto, caí. Hasta ahora me digo y me repito cada vez que me miro al espejo que no debió suceder pero, como perfecta estúpida, sigo insistiendo en que tenía que sacarme la espina, aunque me la hayan clavado por tercera vez.
La tercera es la última, la tercera es la vencida y así fue. Así creo que es y será. Porque me cansé de tropezar con la misma piedra... Porque el amor y cariño no se puede forzar, lo que queda es respeto, y solo Dios sabe si es que aún lo hay.

Luego de la locura, poco bien planeada y apresurada, me fui a bailar, a liberarme de todo, a seguir viviendo y a recuperar el poco oxígeno que me había quitado el tiempo. Llegué y estaba él ahí. No tenía idea de como se llamaba, pues nunca prestaba atención cada vez que lo llamaban por su nombre. Nos saludamos y me sentí algo extraña. Me sentía extraña desde el día en que lo vi por primera vez, tenía algo que me atraía y en verdad no sabía qué. Conversamos un poco, como para romper el hielo por fin y creo que fueron sus ojos, su risa, no sé... no quiero saber.
No podía pasarme de nuevo, no ahora... Justo cuando había decidido poner freno a mi vida, a mis locuras, a mis pensamientos estúpidos sobre el amor y esas tonterías. Justo cuando había encontrado el equilibrio y quería enfocarme en otras cosas, olvidando todo, tenía que hablarme justo el  mismo día. El mismo día.
La confianza fue inmediata, soy fácil dicen, y es porque me gusta conocer gente y es mi forma de ser, qué huevada. Decidí no darle mucha importancia a lo que sentía, no quería confundir las cosas, no de nuevo, menos con alguien a quien recién estaba conociendo pero... ¡como es la vida, caramba!

No sé en qué momento pasó todo, no me percaté de la situación y decidí tomar una mala decisión, según mi madre, pues yo no la considero así, por más daño (físico) que me haya hecho si pensarlo: me fui a la playa sin planearlo previamente. Locuras de la vida que solo se vive una vez.
Ya.
Todavía no tenía claro que era lo que pasaba y, a pesar que recién me estaban empezando a conocer, decidí aventurarme por pasar un fin de semana agradable, sin pensar mucho, solo divertirme y parece que la diversión me salió algo cara y dolorosa, pero hermosa por donde la recuerde.

"Prométeme que no te vas a olvidar y que mañana para siempre lo vamos a recordar."

Quizás esto ya me tenía que pasar, después de tanta mala vibra y mala suerte, ¿qué podía salir mal?...
Pues si, no hay perfección en esto: me fracturé el quinto metatarsiano del pie izquierdo, pero encontré amor donde menos lo había pensado... Quizás sí lo había imaginado, pero increíblemente no lo creo aún.
Lo conozco muy poco y tengo en claro no va a ser fácil para los dos, pero todo es tan... cursi (?) que tengo miedo de enamorarme y hacer daño.
Hacer daño porque mis inseguridades, aunque no lo quiera, están sobre todas las cosas.
Porque estoy dispuesta a amar pero tengo miedo que me hagan daño.
Porque tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo. 
Tengo miedo.
... Y si sigo pensando de esta manera jamás me voy a recuperar.

"Lo que te pase a ti, me pasará. Si tu lloras, yo lloro. Si tu sufres, yo sufro contigo.
No me importa, lo menos que quiero es verte llorar."

¿Díganme cómo hacer si sigo con la estúpida idea de que no me quiero enamorar?
Mentiras
Nada de esto es real. 
¿O quizás si?



Sonrían, con braquets o sin ellos. 
Gabriel García Márquez no sé equivocó cuando escribió su verso.


Está de más decir que la historia está incompleta, pero... ¿a quién le importa?




domingo, 20 de enero de 2013

Hola, me gusta el chimichurri.

"Ojos que no ven, corazón que no siente."
MENTIRA.
Puta, ¿quién eres?
No tengo ni la más pendeja idea de quién puedas ser. Tú si tienes una vaga idea sobre mi y aún así sigues aquí, sin razón alguna aparente. Qué huevada.
Ya vete, desaparece.
Son cinco los días que no me dejas de hablar, ¿ya cánsate no?
¿No te bastó con que se te acabara el saldo en el celular?
Idiota.

¿Qué hacer?
¿Qué hacer cuando el cerebro se te baja al pecho y se cree corazón?
Pues no sé yo, me das asco.
Asco por sentir que eres la única persona en el universo (hasta ahora) que siente igual a mi, que piensa igual a mi, que le gusto tanto igual como me gusta el chimichurri y el wantán frito.
(Vamos a comer niños, amor.)
Jamás en mi penosa vida he probado drogas, pero mi voz delata algo que no soy.
Drogadicta, adicta a tu veneno, a tus palabras, a tu pecho, a tus dedos, a tus labios con sabor a aliño de ensalada César.
Lo sé, me odias. Tanto igual como yo.
AG.
¿En qué momento te metiste en mi cama para jugar a que nos conocemos sin vernos?
Te odio desde el primer día en que empezaste a tratarme como mujer.
Te odio porque soy tu secreto mejor guardado hasta ahora.
Te odio porque no te conosco y me haces sentir la mejor persona del universo.
Te odio porque sonríes tanto igual que yo delante del celular.
(Antisocial de mierda.)
Te odio porque no me dejas dormir.
Te odio porque eres un fracasado que tiene sueño a las dos y media de la madrugada y aún así quiere acompañarme cuando no tengo sueño.
Te odio porque estas conmigo sin estarlo.
Te odio porque sí.
Te odio porque me quieres.
Te odio, ¿ya te lo había dicho?
Te odio.

Bailaremos salsa hasta enamorarnos.
Montaremos bici hasta caernos.
Cantaremos música criolla mudos.
Jugaremos scrabble y monopolio echados en el piso.
Comeremos helados mientras miramos pelas en el sofá de tu sala.
Caminaremos lejos del mar porque te apesta.
Haremos el amor tres veces al día, pero no se lo digas a nadie.
No le digas a nadie que te quiero, porque no te quiero.
No, te quiero.
Mi dislexia acaba de encontrar remedio.





lunes, 7 de enero de 2013

Castillos de Cartón.

Infinito.

No está aquí, no es palpable.
Es único y, aunque sea lo que signifique, no es eterno.

Oscuridad, música, viento, latidos, suspiros, el alma.
Las miradas, los besos, las manos, los cuerpos, la voz, el deseo.

Los sentimientos, que de por si no son ternos, son infinitos en su momento.
Los momentos, todos los momentos son infinitos...



Castillos de Cartón. (2008)
Director: Salvador García Ruiz.
http://www.youtube.com/watch?v=lCQ3xxSzMUg








"...Y es que nosotros no somos normales, somos artistas."