martes, 14 de mayo de 2013

El mejor de los pecados, el haberte conocido.

De la noche a la mañana los sentimientos no desaparecen así por así: o bien aumentan, o bien decrecen.
A la mañana siguiente de aquel viaje que nos cambio la vida, y sí, nos cambió la vida o por lo menos el verano, un amigo cercano, poco consciente por su estado, nos preguntó si esto iba en serio... Yo respondí, completamente sobria, que eso no dependía solo de mi, era algo obvio y... así es, así fue, así pasó. 
Ha pasado poco tiempo y, sin encontrarme aún conmigo misma, empiezo a atar los restos de recuerdos que me quedan e intento almacenarlos en cualquier lugar de mi cuerpo, lejos de mi mente y mi corazón. Tus detalles, tus palabras, tus manías, tus bromas jodidas y todas aquellas cosas que lograban convencerme en lo perfecto que puedes llegar a ser. Puedes o podías, ahora ya no lo sé. Cuando me mentías decías "mi amor", "cariñito", "mi vida" y todas esas cosas cursis que me hacían sentir tan especial, tan única, tan segura y tan perfecta como nunca antes. Aquella preocupación mutua que me hacía saber creer que me quieres querías, quizás no tanto como yo te quiero a ti (si, todavía)...

Te juré no hacerte daño nunca, jamás lo hice, jamás lo haré y de la misma manera me lo juraste, pero no tan sincera, o fallaste... Es más, hasta te reíste luego de la promesa, porque siempre creíste que iba a ser yo quien la cagara, y aquí estamos, "sin habernos hecho daño"...
(Está claro que el daño me lo hice yo sola por empezar a salir contigo, por darle razón a todo el mundo de quién (no) eras para mi y tú, inconsciente en algunas ocasiones, demostrando sin miedo al mundo quién era yo para ti. De eso, solo los dos entendemos, a medias, pero entendemos.)

No me arrepiento de nada de lo que he vivido contigo. 
No me arrepiento de haber confiado en ti y haber perdido la cabeza aquel fin de semana lejos de casa, de haber metido la pata, literal, para luego rompérmela -casual-, de mantener reposo por semanas, dejar de salir para esperarte un lunes en mi casa con un almuerzo que jamás comí antes en mi vida, pero por ti, mira los milagros que viniste a hacer... Por dejar de hacer todo ese tiempo las cosas que me apasionaban, tanto antes como ahora: caminar, correr, saltar y bailar. No me arrepiento de haberme enamorado de tu ausencia y de lo mucho o poco que hablábamos por celular, de tus llamadas en las madrugadas, antes de dormir, en plena juerga y al despertar; de los sueños que tengo/tenía contigo...
No me arrepiento de tragarme toda la mierda de la gente que no supieron, saben, ni sabrán como pasaron las cosas en realidad, de tantas burlas, de tanta pena, de tanta hipocresía y maldad. 
No me arrepiento de haberme impuesto sobre mis papás para verte a escondidas, ni del riesgo a regresar tarde a mi casa o quizás nunca llegar por aquellos quince infinitos, maravillosos, únicos minutos perdidos en el paradero dejando pasar los carros para darnos besos y más...
No me arrepiento de haberte llevado a aquel parque en el que me sentaba a pensar tonterías antes de conocerte, bah, ni al caso... La lista es larga y ya para qué recordar.

Me hiciste mejor persona, y por un momento me hiciste creer en mi, me diste la oportunidad de querer a alguien más, de quererte a ti, y no tienes idea de cuanto te agradezco.
Con esto confirmo que tengo mala suerte, que no me basta con romper espejos de casualidad, de cruzarme con gatos negros al andar y tirar la sal al almorzar. 
Debí haberte dicho que estoy acostumbrada a llevar este karma, pero contigo, mi amor, aprendí que no se trata de mala suerte, que solo se necesita amor, nada más.
No tengo porqué hacerte culpable de nada, es más, no tienes porqué sentirte culpable, nos dejamos llevar y, hay que admitirlo, fue lindo mientras duró.

Eres el mejor, jamás dejarás de serlo, por lo menos para mi.
Gracias por lo mucho, poco o nada que hiciste o no hiciste por/para mi.
Gracias por darme seguridad, cosa que no había sentido antes de conocerte.
Gracias por existir, por ser tú, por haber estado aquí.

Te quiero, gracias por hacerme sentir la mujer más dichosa en la tierra, valemos mucho y ambos merecemos ser felices. ¡Ah! Tuvimos suerte de no escribir en ningún árbol nuestros nombres, si no imagínate, qué daño.

"En el libro de los sentimientos nada está escrito, 
y en el lenguaje del amor no existe el mañana ni el por siempre,
que el corazón decida." 
Me enamoré - Angel y Khriz.

¿Te enamoraste?
Vil mentira. 

Te quiero pero te olvidaste, Abril en el ropero.

La carta que jamás leíste y que jamás leerás.
I
nfinitas gracias, una vez más.


Me preguntaste cuánto te quería y, después de besarte, te respondí infinito... Me repreguntaste, qué significaba para mi y yo sonreí. Nos despedimos y me dejaste ir.

Ya pasaron algunos días y lo siento, necesitaba escribirte esto:

Infinito, no hay lugar ni tiempo en el espacio que lo defina.
No está aquí, no es perceptible por ninguno de nuestros sentidos. Es único y, aunque parezca que sea lo que significa, no es eterno.
Oscuridad, luz, música, silencio, tiempo, viento, latidos, suspiros, calor, miradas, besos, manos, caricias, abrazos, tu cuerpo; el mio, tu voz; mi voz, tu alma; mi alma, el deseo, el placer, los sentimientos -que de por sí no son eternos, son infinitos en su momento- . Los momentos, nuestros momentos, son, fueron y serán infinitos. El cariño que siento por ti, mi amor hacia ti es infinito.
Y así, puedo seguir escribiéndote cada instante a tu lado, para hacer de esto también infinito, pero a estas alturas, ya no hace falta.

Es corto el tiempo que te conozco y es increíble lo mucho que te he llegado a querer; mágicamente todo esto es infinito. Es algo indescriptible, único, perfecto e imperfecto a mismo tiempo. 
Tus miedos, mis miedos; tu sonrisa y el tiempo que desaparecía en ella. Cuando me abrazabas y me tomabas de la mano, cuando me soltabas para no tenerme cerca a ti, para alejarme y volver a encontrarte. Cuando te acercabas a mi sin previo aviso para decirme un te quiero al oído; cuando me besabas rápido, cuando me besabas lento. Mi torpeza, mi inocencia; tus bromas y molestias, mis celos y tus celos, que se evaporaban luego de un beso. Lo poco que conversábamos, cuando te miraba nuevamente a los ojos para decirte que te quería y que me encantabas y que no quería apartarme de ti.

Pregúntame de nuevo cuánto es que te quiero, para responderte que te quiero a mi lado, mientras tú me lo permitas, el tiempo que desees, sea corto o largo.
Pregúntame cuánto es que te quiero, para responderte que te quiero hacer feliz, el tiempo que me permitas estar a tu lado, como lejos, a la distancia también para cuando me quieras fuera de tu vida; yo te sabré entender, porque me doy cuenta lo mucho que te quiero que, conmigo o sin mi, mereces ser feliz.
Y, una vez más, pregúntame cuánto te quiero, para responderte con un beso, el último, que te quiero infinito. Te quiero por tu ternura, por tus besos y caricias, por tu curiosidad y esa forma mágica de hacerme el amor sin tocarme, porque me conoces más de lo que crees y, aunque el tiempo no esté a nuestro favor, porque quizás las cosas sucedieron demasiado rápido, te quiero por ser tú, te quiero por ser únicamente tú, solo tú.

Fuiste, eres y serás lo mejor de mi febrero, de mi marzo y de mi abril completo perfecto.
Gracias por tantos días, por tantas tardes y noches infinitas.
Gracias por aquel abrazo y el último beso. 
Gracias por las memorias, sabiendo que al final, no estaban del todo bien. 


Te quiero infinito, conmigo o sin mi, te quiero primero, te quiero igual.