lunes, 26 de octubre de 2015

Pasajero.

¿Qué precio tiene el olvido?
¿Cómo recupero el tiempo perdido?
¿Cuánto más debo esperar para que me dejes de doler?

De todas las cartas que te escribí,
de todas las noches que te pensé,
de todas mis dudas y vacíos,
¿de quién me enamoré?

Te quiero, pero te olvido.

domingo, 25 de octubre de 2015

¿Quién vendrá después de ti?

No es lo mismo enamorarse a los 13, a los 15, a los 18, a los 21 años. 
No, no es lo mismo. Son etapas distintas, ideas distintas, situaciones y sensaciones algo parecidas pero distintas.
En mi caso viví enamorada durante todas estas etapas, pero no exactamente de la misma persona, y tampoco fue mi amor necesariamente correspondido cuando se presentó o creí tener la oportunidad. 

Debo mencionar que soy una eterna enamorada, que se enamora de todo y de tod@s, que soy una persona sensible, extrañamente sensible, capaz de enamorarse hasta del silencio absoluto, a pesar que huyo del vacío existente y busco ruido hasta que me cause fastidio. Y quizás por eso soy muchas veces insoportable, no lo suficientemente estable como para lograr mantener una relación que supere los 4 meses. Soy un desastre. Un hermoso desastre, constantemente incomprendido, o mal entendido quizás, comparada muchas veces con eso a lo que llaman arte: admirado y valorado por algunos, inentendible para muchos.

Solo puedo decir que de mis tres relaciones formales, solo me liberé de una por decisión propia, porque me di cuenta  - a tiempo - que a pesar de que existía compromiso, no se puede atar. Cuando el amor abruma, deja de ser amor, se convierte en posesión. El amor que sofoca y no te deja ser libre en compañía no es amor. Este hombre intentó amarrar mis demonios, intentó caerme bien y encajar perdiendo el sentido y menospreciándose, no hubo tiempo de advertirle, lo mejor fue alejarse y distanciarse de la manera más sana, seguir otro camino, con rumbo y destino distintos. Él me quiso y me hizo saber que me amaba. Yo aprendí a quererlo, pero dejé que se vaya con todo el amor que cargaba para mi, amor que no fue suficiente a pesar de las buenas intenciones. Estuve en momentos, para él, importantes, pero no logré que creciera más allá. Quizás necesitaba tiempo para madurar pero no conmigo, y viceversa; yo estaba descubriéndome y necesitaba tiempo para conocerme, no era el momento tampoco. No era nuestro momento, tan sencillo como eso. Y ahí quedó, se fueron mis 20 - 21 años en una buena historia "de amor", de esas que sirven para madurar, florecer y crecer, comerse una ensalada y salir a correr. 


Mi primer amor fue el más bonito, no sé si el más real, pues tenía 18 años, pero siento que hasta ahora es infinito. Nos conocimos en poco tiempo, y no dudamos en enamorarnos sin importar que hubieran otros dos fijados en nuestro camino. No desistimos y fluimos: "No te prometo nada, solo te digo que vas a ser feliz", y así fue. Un piojo vestido de príncipe me enamoró con su sarcasmo, era obvio que lo que le faltaba en tamaño le sobraba en personalidad y así, pequeño, de piel canela, me enamoró de la manera más sincera que hasta ahora no recuerdo, si no es por Facebook y su bendito historial, que me saca día a día recuerdos que provocan en mí estúpidas sonrisas y una felicidad extrema, a pesar de que la presencia de este individuo no se asome, ni por casualidad, en mi camino. 
Cuando lo conocí era un chico que estudiaba ingeniería industrial, carrera que logró abandonar sin el entonces "permiso" de sus padres, para convertirse próximamente en psicólogo, y vaya loca con la que logró mantener una relación no mayor de 3 meses, 3 semanas, algunos días. Mi romántica y apestosa (por no decir "melosa")  historia con él terminó por culpa de mis inseguridades, que hasta el día de hoy me siguen trayendo fracasos existenciales. Gastaron toda la paciencia de este hombre que se enamoró de mi a ciegas, y me lo demostró hasta el último día - cita que planeé sabiendo su final - llevándome de la mano mientras lloraba, embarcándome en un micro para olvidarme y no volver a buscarme jamás. Quizás la historia hubiera sido distinta si no hubiera sido tan ruda conmigo misma, si hubiera madurado de golpe en el segundo en el que él permitió que me perdonara por haberme hecho tanto daño, pero todo cansa, todo colma y las oportunidades se acaban. La vida sigue, la vida continúa y ya, se acabó, no hubo más. (Ni habrá).


Del último amor, no sé. Es el presente, aunque quiera aún no se va. Me ensimismo en la idea de no regresar con quien hace exactamente un año me traía el mundo de cabeza, y no es por mi, es por él, porqué logró desenamorarme de la misma manera en como me enamoró: con su ausencia; de la manera más cobarde jamás nunca antes aplicada en mi historial de amores perdidos: la falta de interés y beneficio propio, simple egoísmo o miedo, simple miedo. En verdad, me hago la idea de no regresar con quién no hay oportunidades, pues si verdaderamente quisiera recuperarme, ya hubiera hecho algo por reconquistarme y ni el intento, si quiera. Ve tú a saber... 
Llegó de la manera más inesperada, cuando había perdido por completo las esperanzas, cuando había decidido tomarme un tiempo para mi, para conocerme y disfrutarme, en el pleno conflicto existencial conmigo misma: en ser y dejar de ser; en mi gloria, cuando logré alcanzar un equilibrio cuasiperfecto y mis tan queridos 56 kilos, anorexia cerebral que llevaba desde antes de mi primer fracaso amoroso. "A mi me gustas así, pero si subes un poquito más de peso, me derrito como la mantequilla", y partiendo por eso ya no sé en qué momento me enamoré y perdí el rumbo de mis objetivos y de lo que verdaderamente quería. Empecé a caer un círculo vicioso, de complacer netamente a quien me cortejaba para pasar a un segundo plano, con la única satisfacción de ver una sonrisa en su rostro y un retroceso en mi avance personal y búsqueda de la estabilidad mental. Atravesaba por un cambio importante en mi vida, me había alejado de lo que restaba, tomé la decisión de cambiarme de carrera y empezar una vez más desde cero, descubrirme y aceptarme, pero todo se puso de cabeza cuando por darle comodidad y tranquilidad a quién quería para mis próximos días fue mi único motivo para respirar: vivir para él y por él, inconscientemente escapando de mis principios. No fue su culpa, fue culpa de mi inmensa capacidad de amar y entregarme al otro sin recibir nada a cambio. Descubrí lo que es el karma, que no necesariamente recibiendo daño, no tendría por qué haberlo recibido si cuando me alejé de mi ex fue por beneficio mutuo, pero es verdad que se necesita pasar por situaciones algo similares para poder entender a quién alguna vez dijo que te amó tanto.
No todo fue negativo para conmigo, por momentos me sentía acompañada (solo por momentos) y ese amor que imaginé me llenó de ganas para desempeñarme en otras actividades. Recobré la fe y mi acercamiento a Dios me dio esa paz espiritual que tanto necesitaba y me hacía falta en mis ratos de soledad, de alguna manera empecé a disfrutar cosas sencillas, momentos familiares, situaciones particulares. Admiré a este hombre por la capacidad y bondad que reflejaba, porque lo creí superhéroe y lo enaltecí haciendo de sus besos una religión. Me enamoré del tiempo y de la idea que tenía de él, de nuestros sábados en la pista de baile y de como sus manos se acomodaban en mi cuerpo y bordeaban mi cintura haciendo que mi corazón palpitara al ritmo de su respiración. Pero como dice aquella salsa que nunca bailamos: todo tiene su final, nada dura para siempre.
A pesar que después de haber terminado seguíamos frecuentándonos, estaba claro que mi amor no combinaba con su forma de vestir. Dejé de vivir para él y empecé una vez más a buscarme. Sigo buscándome y espero encontrarme. 

De mis amores pasajeros, sólo uno.
Solía llamarme por teléfono, solía hacerlo...
Solía llamarme por teléfono en las noches que necesitaba de mi amor.

En fin, no creo que a nadie le interese mi situación sentimental, pero ya es domingo y llevo muchos fines de semana sin salir, sólo necesitaba escribir.




miércoles, 21 de octubre de 2015

La lucha constante del YO vs. YO


Lo intento todos los días, todas las tardes, todas las noches, pero me venzo sola.
Lucho contra mi misma, conmigo misma; busco huir de mi cuando lo único que debería hacer es abrazarme eternamente y hacer las pases con mi cuerpo, con mi alma.

Llevo dos días necia, retrocediendo e intentando destruir lo que en mucho tiempo me costó lograr: equilibrio. Soy mi propia enemiga, y quién más que yo puede causarme tanta destrucción en pocas horas.
Ayer, cuando terminé de embutirme esa hamburguesa sonreí, y no exactamente de placer, si no de convicción, de que una vez más había fracasado. Salí del recinto colorido en búsqueda de algunos ojos que se compadecieran de mi, y fue donde mi cuerpo inerte se desplazó hacia la heladería, pidió una copa con nombre de mujer y, sin vergüenza, un miserable vaso con agua. Estaba hecha. Intente disfrutar el segundo aperitivo, y en el proceso recordé mis intensas sesiones de ejercicio y las veces que negué aceptar un plato de comida de casa, ensimismada en el bendito brócoli y pedazo de pollo sancochado; recordé las noches amargas, de los litros de agua, de las madrugadas corriendo hacia el baño por aquellos laxantes empipados la noche anterior, el nerviosismo en mis manos, la palidez y toda la mierda que produce mi estado mental. Terminé por disfrutarlo, total, lo hago rara vez al año.
Me dije que no volvería ocurrir, que volvería a la rutina saludable y dejaría, una vez más, el mal hábito de buscar amor en porquerías.
Pero no, no fue así. Cuando te metes a esta cojudez, se pierde el control y, como era de esperarse, volví a caer. Esta vez gasté menos dinero para saciar el delirio, pero dinero mal gastado al fin y al cabo.

Quiero salir, quiero huir de mi cuerpo una vez más. No me culpo por ser tan infeliz, buscando la perfección en donde no cabe perdón.
¿Cuándo empecé a caer en este juego estúpido de complacer a mis entrañas cuando en verdad lo único que necesito es alimentar mi alma?

Otra vez soy yo vs. yo, y quiero volver.

jueves, 15 de octubre de 2015

Quincena.

Me gustaría no pensar en ti como inconscientemente lo hago.
Muero por llenarte de detalles, los cuales alguna vez me dijiste que no merecías.
Me hiciste saber que no te sentías cómodo con todo el amor que te demostraba y no supe qué hacer, te dejé ir sin saber qué hacer.

No sé si te extraño, si nos extraño o me extraño en ti, pero te recuerdo siempre, a pesar que siga en el intento de olvidarte.

Porque te olvido pensándote, te pienso intentando olvidarte.