sábado, 28 de marzo de 2020

miedo.


Suficiente daño nos hemos hecho ya para entender que no cabe más.
Sé que intentas perdonarme, pero no permito darte chance para que vuelvas a creer en mi.

Tengo una estaca clavada en el pecho, es inevitable dejar de sentirme culpable por todo. Pero me lo merezco, por tener miedo a no ser real, por ocultarte tantas veces la verdad sólo por tener miedo a perderte… Y es que el miedo se ha vuelto la excusa para alejarte una vez más.

Mantener una relación auténtica resulta ser el trabajo mejor remunerado en estas fechas, solo se necesita tiempo, amor y sinceridad. Vivir con miedo a perderlo todo solo ocasiona que nos desviemos de la ruta, que ocasionemos problemas en donde sólo deberíamos encontrar la manera de acercarnos cada vez más. 

Me culpo y me hago responsable de esta sensación insípida que no nos deja avanzar y, más bien, nos hace retroceder para recalcar todos los errores cometidos; me culpo por no evitarte el fastidio y el mal rato, por hacerte creer e intentar convencerte que todo lo que digo es una historia más a mi favor. Me culpo porque no eres feliz conmigo, por hacerte vivir en la duda, por no darte la tranquilidad y seguridad que necesitas para poder seguir adelante. Me culpo por ser una insegura de mierda, por tener miedo a decir o hacer algo que nos perjudique: y hablo en plural, obviamente refiriéndonos a nosotros, porque esto no es personal, sino una alianza que tratamos de reconstruir después de dos fracasos; me culpo por ser alguien que no se cree capaz de nada, y que cada que lo intenta solo tiene miedo. El estúpido miedo que me trae otra vez a perderme lejos de ti.

Quisiera ahorrarte todo el drama, quitarle la intensidad a mis emociones, correr hacia ti y abrazarte después de tantos días. Esta espera se ha vestido de días interminables y madrugadas de desvelo, sin embargo, y a pesar de todo, siempre te encuentro.

De todo el tiempo que nos hizo falta, y de todo el tiempo que nos sobró luego de una discusión, por favor, amor, que no te quepa duda alguna de que te amo con el alma,
incluso aunque dudes también de eso.

jueves, 19 de marzo de 2020

De cómo volví.

Probablemente ni haya vuelto, es solo un paseo por aquí.
Necesitaba una casa, un lugar en dónde abrigarme antes de dormir, en donde volcar mis sueños, mis deseos y mis miedos. Me encuentro de nuevo aquí: frente al espejo, observando lo poco que resta de mi.
Hacía un tiempo pensaba en lo feliz que fui a tu lado, de los años que nos ha tocado compartir, del tiempo que preferimos nuestro y solo nuestro, porque no hay recuerdos más que fotos y videos en habitaciones amarillas, de diminutos espejos, de sábanas blancas con flores de colores y frazadas carmesí. Pedazos de pizza, vasos descartables con gotas de vino o algún champagne tibio; jacuzzi sin espuma, restos de marihuana por el dintel de la ventana y prendas en el suelo, como batalla sin duelo, como triunfo sin dueño. Yacía mi cuerpo sobre tu cuerpo, mi pierna derecha siempre sobre ti, mi cabeza en tu pecho, los besos en la frente que me dabas dormido, o los “Te amo” que a la mañana siguiente eran olvido.
Si pudiera resumir este viaje, no me quedaría más que agradecer, por la buena vida y poca vergüenza, por las noches de mentira, en las que escapábamos de casa con la excusa de alguna reunión de amigos, para vernos, para tenernos, para disfrutarnos y pasar el momento. Menos de 8 horas nunca fueron suficientes para amarnos un fin de semana. Y qué decir cuando perdíamos el tiempo discutiendo por videollamada. 
No sé porqué siempre vuelvo a los buenos momentos que me amarran a ti.
Y aún sigo sin saber porqué sigo aquí.