Probablemente ni haya vuelto, es solo un paseo por aquí.
Necesitaba una casa, un lugar en dónde abrigarme antes de dormir, en donde volcar mis sueños, mis deseos y mis miedos. Me encuentro de nuevo aquí: frente al espejo, observando lo poco que resta de mi.
Hacía un tiempo pensaba en lo feliz que fui a tu lado, de los años que nos ha tocado compartir, del tiempo que preferimos nuestro y solo nuestro, porque no hay recuerdos más que fotos y videos en habitaciones amarillas, de diminutos espejos, de sábanas blancas con flores de colores y frazadas carmesí. Pedazos de pizza, vasos descartables con gotas de vino o algún champagne tibio; jacuzzi sin espuma, restos de marihuana por el dintel de la ventana y prendas en el suelo, como batalla sin duelo, como triunfo sin dueño. Yacía mi cuerpo sobre tu cuerpo, mi pierna derecha siempre sobre ti, mi cabeza en tu pecho, los besos en la frente que me dabas dormido, o los “Te amo” que a la mañana siguiente eran olvido.
Si pudiera resumir este viaje, no me quedaría más que agradecer, por la buena vida y poca vergüenza, por las noches de mentira, en las que escapábamos de casa con la excusa de alguna reunión de amigos, para vernos, para tenernos, para disfrutarnos y pasar el momento. Menos de 8 horas nunca fueron suficientes para amarnos un fin de semana. Y qué decir cuando perdíamos el tiempo discutiendo por videollamada.
No sé porqué siempre vuelvo a los buenos momentos que me amarran a ti.
Y aún sigo sin saber porqué sigo aquí.
Y aún sigo sin saber porqué sigo aquí.