domingo, 29 de agosto de 2010

Camino.

Te tenía tan cerca.
Después de tanto tiempo volví a verte
y pensé que no sería como antes,
pero esas cosquillitas que sentía al verte, regresaron.

Lo negué tantas veces, pero mi mirada me delataba...
Comenzó a llover y me pusiste tu abrigo,
Nos refugiamos en Starbucks y pedimos el clásico capuccino.
Estabas distinto,
tu mirada estaba perdida...
Te pregunté que pasaba y tu solo besabas mi frente.

¿Por qué te alejaste?
No respondas.
Me levanté de la silla,
me quité tu abrigo.
Me acerqué a la puerta y volteé a mirarte.
Mirabas el suelo
mientras tu celular sonaba...
Era ella.
Adiós.

Al día siguiente te apareciste en mi camino,
no quisimos,
no lo planeamos.
Un beso lo definió todo.
y según tú, yo había vuelto a caer.
Te miré a los ojos y sonreí.
Te solté las manos y me fui despacio.
Desaparecí en la neblina
mientras tu quedabas en el pasado.
Como el primer día en que nos besamos.
Aquel beso que no significo nada,
más que el inicio de una retorcida obsesión.
Aquellos besos inolvidables, de una noche fría.
Donde tu cuerpo se entrega
y no piensas en las consecuencias.
Yo no quise evitarlo, quería saber hasta donde llegábamos.
No sentí nada,
no sentí nada.

Gracias por devolverme la sonrisa.
Gracias por aparecer en mi vida...
Gracias por dejar ser parte de tu vida.
Gracias por hablar de mi,
gracias por nada.

¿Existes?
Ahora no.