viernes, 17 de agosto de 2012

Catarsis.


Mis inseguridades me hicieron perder al amor de mi vida, aquel amor imposible, a mi amor platónico. Al hombre de mis sueños, al humano que hizo que volviera a creer en el amor de manera distinta: rencarnada en el placer supremo de un orgasmo, al ser inmortal que alteró mis sentidos y conquistó el sentimiento más puro que puede sentir un alma en pena. En las caricias prohibidas, en el más sencillo detalle de jugar a ser extraños mientras nuestras almas se conocían plenamente. A disfrutar de mi cuerpo, de mi ser, de mi gracia y mi desdicha. De sus ojos, su mirada profunda, su magia, sus labios, sus besos, sus manos, sus dedos, su espalda, sus piernas, sus ganas, sus ansias, su forma infinita de hacer el amor. 

Había caído en el juego de la seducción y una vez más cometo el error de dudar de mi misma, de sentir que no sirvo, de volver a perderme y no reconocerme como quien verdaderamente soy.

Él estaba dispuesto a jugar, a pasarla bien, seguro de sí mismo, sin ataduras ni prejuicios, sin límites. Me había elegido a mí como presa, como delicia previa a un disfrute eterno. Afortunada yo que estaba a punto de conseguir lo que más ansiaba en esta vida, su corazón. Dueña de su cuerpo, de su ser, entregándose completamente hacia mi para que lo lleve al infinito. Brindándome el privilegio de poseer, en bandeja de plata, el tan ansiado paquete B que cualquier ninfa estuviera dispuesta a aceptar por simple costumbre, por simple capricho de goce, de satisfacción… pero conmigo era distinto, iba más allá de sensaciones, de placeres y mis demonios me ganaron. Esta vez me manipularon para perder el camino y dudar de mi misma, una vez más.

Aún no aprendo a diferenciar lo bueno y lo malo en la vida. Estoy en eso y por mientras estoy viviendo sin sentido alguno, y aunque hace unos días estaba convencida en un cambio, dispuesta a entregarme por completo al juego ya planteado, lo abandoné. Cobarde, con miedos, sin la más sentida razón de deslindarme por completo del peso que se me había puesto en las manos. Decidí dejarlo, abandonarlo, rechazar el paquete B, haciendo que se confundiera todo, contradiciendo mis principios, manipulando todo y quedándome sin nada. Sin ti. Sin mí.

Se siente como si el mundo se cayera encima y al mismo tiempo como si cayeses en un abismo interminable, una sensación de vacío único. Un arranque de cólera, rabia, impotencia, en donde no te encuentras, no te hallas. Soledad absoluta. Te niegas a descubrirte a sentir, a disfrutar el  momento, dejando el pasado atrás, sin cogerlo, ni mirarlo. Sin pensarlo… Ni pensar en un futuro, solo vivir el presente. Ese presente en donde encontraba por fin el camino y quizás el fin de la búsqueda de mi felicidad. Total, la había encontrado, pero basto un minuto para echarlo todo a perder. Basto un segundo de inseguridad para que, en los minutos siguientes, se me resbalase todo de las manos.

Hacía casi dos años que no sabía nada de él. Se había perdido por completo.
Me enteré que se enamoró al igual que yo, y que se entregó por completo a alguien que no lo valoraba tanto como él a ella. Cuanto había ansiado estar en el lugar de aquella niña, reemplazarla por minutos y ser capaz de valorar al ser más estupendo del universo. A la persona que yo sentía (siento) correcta para mí. Estaba segura que en su lugar, hubiera aprendido a vivir con mis inseguridades, es más, trabajar en ellas para que se conviertan en mi fortaleza, nuestra fortaleza, nuestro motor para avanzar, uno al lado del otro.
Perder a la única persona que haz amado en la vida, por el capricho de conocerte a ti primero, antes de dejar que él te amara antes. 

Estoy completamente segura que si hubiera arriesgado más allá de los límites, hoy estuviera agradecida conmigo misma y con él, por permitirme hacerlo feliz, por brindarme su alma y darme la seguridad que tanto necesitaba.

Dicen que no se debe vivir del pasado, y en eso estoy. Lo hecho, hecho está.
Con él descubrí sensaciones que con ningún otro había hallado en mí y por miedo a arriesgar, perdí todo.  Lo perdí a él, me perdía a mí.

De todo esto han pasado solo dos días. El tiempo no alcanza, lo pasado ya no tiene arreglo, pero creo en segundas oportunidades.

Ya me encontré a mi misma, de nuevo. Y esta vez estoy segura de lo que soy.

Soy una ninfa, me encanta experimentar con mi cuerpo. Pero no existe química alguna que sea compatible con este sentimiento. Hice una promesa antes que toda la mierda se me venga encima: “Tú o nadie. Mientras no halla otro, no piense en otro, no hay ningún problema” Y así será hasta el infinito. No pienso entregarme a nadie, porqué gracias a él empecé a creer en promesas, promesas mías, que no involucran a nadie. A volver a creer en mí, en lo que soy y hacerme respetar como mujer, entregando siempre mi alma al placer, pero amando y amandome al mismo tiempo. Sin caprichos ni necedades. No me aferro al “que pudo haber pasado si…” YA PASÓ, YA ESTÁ. Es imposible dar marcha atrás y así como el destino lo puso en camino, quizás sea el mismo quien haga que tome la decisión de volvernos a encontrar…

Corrección:
Ayer me sentí insegura, hoy he dejado de serlo.
Estoy convencida y ya sé lo que quiero.
Y aunque te parezca loca, tengo la sensación de que debería arriesgar.
Solo si tú estas dispuesto, pregunto si existe algo para volver a lo que teníamos, si es que teníamos algo, pues creí en eso.
Descubrí que contigo siento cosas que con nadie más, no tengo nada que perder. No hay sentimientos de por medio, contigo soy quien verdaderamente soy. Y así como tú me elegiste para empezar esto, me gustaría continuarlo, solo si estás dispuesto, sin presiones ni nada…
Solo quiero hacer a alguien feliz.
¿Te gustaría ser ese alguien?

DESTINO.