Dejemos la luz prendida, quiero verte.
...y me viste con los ojos cerrados. Tus manos intentaban leer en braile lo que mi cuerpo no descifraba.
Oscuridad que nos acompañaba,
música de fondo nos entonaba.
Cortinas que se deslizaban suavemente al compás del viento,
tímidos suspiros de una noche en desvelo.
Tu cuerpo y mi cuerpo encontrándose,
nuestras almas danzando,
nuestras miradas perdidas,
en el deseo, en el olvido...
¿Quiénes somos?
Dos extraños intentando amarse,
descubrirse y conocerse sin saber si quiera cual era el camino.
Tomaste mi mano, me invitaste a caminar.
Me dejé llevar con los ojos cerrados, no quería mirar...
Cogiste mi mentón.
Me encontré con tu mirada.
Sonreíste y, sin titubear, me besaste sin parar.
Coloqué mi mano en tu nuca,
nuestros cuerpos se juntaron y, de lado a lado, empezaron a bailar...
Tus manos recorrían mi cuerpo,
me hacían el amor al compás del tiempo.
Tus besos me llevaban al cielo, con los pies en la tierra bien puestos.
Tus manos dibujaban el deseo,
mis manos sujetaban tus brazos,
fuertes, imponentes ante mi cuerpo.
Nos miramos fijamente, me besaste en la frente y me cargaste a tu cintura.
Empezamos a dar vueltas en sí,
jugábamos como niños,
nos acariciábamos sin prejuicios...
Por un momento me olvidé de donde estábamos,
no distinguía sombra alguna hasta que sentí tu respirar en mi cuello,
en mi espalda, en mi cintura, en mis senos, en mi vientre, en mi pelvis, entre mis piernas...
Y llegaste,
y me hiciste tuya,
y me tenías,
y no me dejabas,
y fuiste tú quien me enseñó a suspirar sin respirar.
Te jalé del cabello hacia arriba,
tu lengua recorrió lo que me quedaba de alma...
Llegaste a mis senos,
mis manos recorrían vilmente tu espalda,
y tus besos, insaciables,
y tu cuerpo, y mi cuerpo
y el infinito...
(...)
No hay olvido, no hay futuro, solo presente.
Presente en el que me amaste, para el olvido.
música de fondo nos entonaba.
Cortinas que se deslizaban suavemente al compás del viento,
tímidos suspiros de una noche en desvelo.
Tu cuerpo y mi cuerpo encontrándose,
nuestras almas danzando,
nuestras miradas perdidas,
en el deseo, en el olvido...
¿Quiénes somos?
Dos extraños intentando amarse,
descubrirse y conocerse sin saber si quiera cual era el camino.
Tomaste mi mano, me invitaste a caminar.
Me dejé llevar con los ojos cerrados, no quería mirar...
Cogiste mi mentón.
Me encontré con tu mirada.
Sonreíste y, sin titubear, me besaste sin parar.
Coloqué mi mano en tu nuca,
nuestros cuerpos se juntaron y, de lado a lado, empezaron a bailar...
Tus manos recorrían mi cuerpo,
me hacían el amor al compás del tiempo.
Tus besos me llevaban al cielo, con los pies en la tierra bien puestos.
Tus manos dibujaban el deseo,
mis manos sujetaban tus brazos,
fuertes, imponentes ante mi cuerpo.
Nos miramos fijamente, me besaste en la frente y me cargaste a tu cintura.
Empezamos a dar vueltas en sí,
jugábamos como niños,
nos acariciábamos sin prejuicios...
Por un momento me olvidé de donde estábamos,
no distinguía sombra alguna hasta que sentí tu respirar en mi cuello,
en mi espalda, en mi cintura, en mis senos, en mi vientre, en mi pelvis, entre mis piernas...
Y llegaste,
y me hiciste tuya,
y me tenías,
y no me dejabas,
y fuiste tú quien me enseñó a suspirar sin respirar.
Te jalé del cabello hacia arriba,
tu lengua recorrió lo que me quedaba de alma...
Llegaste a mis senos,
mis manos recorrían vilmente tu espalda,
y tus besos, insaciables,
y tu cuerpo, y mi cuerpo
y el infinito...
(...)
No hay olvido, no hay futuro, solo presente.
Presente en el que me amaste, para el olvido.