domingo, 17 de mayo de 2015

De todas mis libertades, tú eres mi límite.


Te tuve en mis manos, sentí erizar tu piel. Hacía mucho que no vibrabas con aquella intensidad, logré que te retuerzas de placer.
No te besé, sólo te acaricié. Y en el momento en el que conseguí te rindieras ante mi ser, te dejé ir, pues solté la cuerda para dejarte caer. Supiste sostenerte, te aferraste a mi, sentiste el peligro, y aún así te dejé caer. Te dejé caer, pues estaba seguro que mi regazo te iba a sostener. Te atrapé en el aire, perdiste el miedo, cuidé que tu cuerpo no sintiera la frialdad del suelo.

Te mantuve conmigo y seguí el juego, continué acariciando tu espalda, marcándola con sutil detalle, delineando tu musculatura, cada curva, cada hendidura. Te tuve y te mantuve, jadeando de placer. Recuerdo como te retorcías y sonreías, como te derretías, como deleitabas a este masoquista envenenado, sé te gusta jugar a que soy tu esclavo. Obediente a tu alma, no me detuve al bordear tu cintura, perdido entre los pliegues de tu piel, en tus lunares interminables que me derivan cerca al nacer de tu miel. Es tu belleza absoluta que en la oscuridad hace palpitar a este vagabundo, eterno esclavo de tu piel. Esa suavidad infinita, aquella sensación de refregar mis manos sobre tu cuerpo, danza mortal para mis dedos. Me contuve, te contuve, nos perdimos en el camino y nuestra conciencia se perdió en el olvido.

Me tienes para cuando quieras, para abrazarte y soltarte las veces que quieras.
Me tienes para hacerte volar en el viento, acariciarte y mecerte, dueña del tiempo.
Me tienes para llorarte, para mojarte y embadurnarte.
Me tienes cuando quieras, porque contigo perdí mi libertad, tú pusiste el límite, y el limite en la oscuridad no existe. Existes tú, existo yo. Que se joda el mundo, somos reyes del universo absoluto.