domingo, 30 de diciembre de 2012

Dos extraños.

Ven, toma lo que siempre fue tuyo. Llévame al infinito mientras intentas descifrar el paraíso absoluto.

Dejemos la luz prendida, quiero verte.

...y me viste con los ojos cerrados. Tus manos intentaban leer en braile lo que mi cuerpo no descifraba.

Oscuridad que nos acompañaba,
música de fondo nos entonaba.
Cortinas que se deslizaban suavemente al compás del viento,
tímidos suspiros de una noche en desvelo.
Tu cuerpo y mi cuerpo encontrándose,
nuestras almas danzando,
nuestras miradas perdidas,
en el deseo, en el olvido...

¿Quiénes somos?
Dos extraños intentando amarse,
descubrirse y conocerse sin saber si quiera cual era el camino.

Tomaste mi mano, me invitaste a caminar.
Me dejé llevar con los ojos cerrados, no quería mirar...
Cogiste mi mentón.
Me encontré con tu mirada.
Sonreíste y, sin titubear, me besaste sin parar.
Coloqué mi mano en tu nuca,
nuestros cuerpos se juntaron y, de lado a lado, empezaron a bailar...
Tus manos recorrían mi cuerpo,
me hacían el amor al compás del tiempo.
Tus besos me llevaban al cielo, con los pies en la tierra bien puestos.
Tus manos dibujaban el deseo,
mis manos sujetaban tus brazos,
fuertes, imponentes ante mi cuerpo.
Nos miramos fijamente, me besaste en la frente y me cargaste a tu cintura.

Empezamos a dar vueltas en sí,
jugábamos como niños,
nos acariciábamos sin prejuicios...
Por un momento me olvidé de donde estábamos,
no distinguía sombra alguna hasta que sentí tu respirar en mi cuello,
en mi espalda, en mi cintura, en mis senos, en mi vientre, en mi pelvis, entre mis piernas...
Y llegaste,
y me hiciste tuya,
y me tenías,
y no me dejabas,
y fuiste tú quien me enseñó a suspirar sin respirar.

Te jalé del cabello hacia arriba,
tu lengua recorrió lo que me quedaba de alma...
Llegaste a mis senos,
mis manos recorrían vilmente tu espalda,
y tus besos, insaciables,
y tu cuerpo, y mi cuerpo
y el infinito...

(...)

No hay olvido, no hay futuro, solo presente.
Presente en el que me amaste, para el olvido.





miércoles, 26 de diciembre de 2012

¿Por qué? No sé.

Es imposible explicarlo, solo sucede, lo sientes, lo sabes y ya.

Empiezas a querer a un extraño, alguien que no conoces ni ves tan seguido, alguien a quién no le importas de la misma manera que te importa a ti, alguien al quien solo llamas por un nombre, porque no sabes si tiene dos o tres, alguien con quien tienes cosas en común y, al mismo tiempo, nada.
Alguien.
Solo alguien.

¿Cómo es posible querer a alguien sin conocer?, alguien al que piensas muy seguido sin saber porqué.
No sé, solo pasa, de un tiempo a otro, no sé como.
No sé.

¿Por qué?
No me preguntes, ni yo misma sé.

Me lo pregunto todos los días... Todos los días que pienso y no pienso en ti. Igual, si no te pienso, pienso porque no te pienso y así termino pensando en ti.
No entiendo por qué.
¿Qué hago pensando en ti?
No sé. No quiero saber.

¿Si te sueño?
Ya no tanto como antes, pero te pienso.
Te pienso y te imagino.
Converso contigo mientras me miro al espejo,
beso paredes imaginando que es contigo.
Me recuesto en el sofá y acaricio el viento
imaginando burdamente que es tu cabello.
Me siento en el parque y te miro,
te miro en el vacío. Te miro.
Te sonrío,
me tomas de mano y damos un paseo infinito.
Te abrazo cuando voy a dormir
y te siento respirar al despertar.

Te pienso, te miro, te siento.
¿Por qué?
No sé, no quiero saber.

¿Si te quiero?
No sé, ni quiero saber.



jueves, 13 de diciembre de 2012

la niña baila.

Intensa y sensible,
profunda y complicada.
Sutil desgano de un cuerpo en un vestido blanco.
Cabello suelto que cae por su espalda.
En la cintura, sus manos;
con los pies descalzos,
danzaba en la oscuridad
al compás del viento y la magia que la acompañaba.
Se mira al espejo y descubre su cuerpo.
Senos reflejados,
cuello fino y delicado.
Curvas definidas sueltas sin alma,
placer visual para quien no quiera mirarla.

Se entrega muy rápido,
y a pesar que no hace el amor muy seguido,
siente, vibra y respira en su alma el deseo de lo perdido.
Hace las cosas sin pensar,
suele arrepentirse, pero ya qué...
Al final, no hay marcha atrás.

Imagina cosas, crea historias,
disfruta de las fotos sin contexto,
pornografía explícita sin amor de por medio.
Tiene gustos raros y suele enamorarse de cualquier pendejo que le proponga sexo.
Piensa mucho,
sabe que por eso muere lento.

Entre cosas del pasado
encontró detalles que lleva guardados,
recuerdos casi borrosos de amores pasajeros.
Mensajes sin borrar,
imágenes sin archivar,
historias sin contar.
Sueños apagados,
días grises con fondo morado.

Habitación de hotel,
aromas a piel.
Preservativos mal usados,
miedos frustrados.
Sensaciones pasajeras
y algún sutil orgasmo.

Sábanas de colores,
espejos evaporados...
Sudores y placeres jamás nunca encontrados.

Cinco cuerpos,
cinco miembros.
Cinco historias,
cinco cuentos.
Vacío de recuerdos que con el tiempo ya se hicieron pasajeros.

Historia de cinco.
Historia de uno.
Historia de ella.
Historia de ninguno.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

locura o algo así.

¿Y si jugamos un poco?
Así como para salir de la rutina,
así como para engañar a nuestros corazones
dejando que lo nuestro fluya en el vacío de la nada.

Así,
para olvidarme de mi,
de lo que soy,
de lo que tengo,
de lo que necesito,
de lo que quiero.
Para olvidar mis sueños,
para olvidarte y perderte,
luego recuperarte en el intento de olvidarte...

Y así,
enamorarme y enamorarte,
desearte e imaginarte,
perderte y extrañarte,
amarte y odiarte.

Perderme para que me busques y no me encuentres.
Para buscarme y no encontrarme.
Para mirarte sin tocarte.
Para sentirte sin besarte.
Para nada.
Para nada, solo para pensarte.
Pensarte y olvidarme, así...

Juguemos a que nos conocemos lo suficiente como para empezar algo nuevo.
Juguemos a buscarnos en la oscuridad encontrando nuestras almas.
Juguemos a que nos enamoramos en el intento de olvidarnos.
Juguemos para perder.
Para perdernos en el otro.
Perdernos y encontrarnos.
Amándonos, deseándonos,
conociéndonos y sin pensarlo,
extrañarnos,
así como ahora,
así.


jueves, 29 de noviembre de 2012

Mr. Magic


Febrero.
Día 1.


Macanudo Liniers.



Junio.
Día 2.

Coincidencias de la vida, sin saber yo… Había algo en ti que me llamaba la atención.
Tu forma de andar, tu chispa al hablar, tu sonrisa al contestar. Tu look tan desalineado, tu cabello alborotado, y un disculpa por casi haber ocasionado un accidente antes de salir a la fiesta.

Llegaste con el otro grupo, tuvimos que tomar dos taxis para poder llegar a la discoteca. Aún no entendía bien que pasaba, era la segunda vez en mi vida en que te veía y ya había algo en ti que me atraía.
Noté que estabas acompañado de una chica, y mis esperanzas de bailar contigo esa noche se fueron con el primer shot de tequila.

No sé en qué momento nos encontramos bailando uno frente al otro y, sin necesidad de que tocases alguna parte de mi cuerpo, empezaba a sentirme extraña. Recuerdo bien que me dijiste que era muy alta y que te gustaban mis ojos… Me sonrojé de inmediato, pues nunca nadie había sido tan directo conmigo, y viniendo de ti, no sabía como reaccionar. Bailamos quizás una canción o dos, con eso me contenté pues había perdido las esperanzas de verte sonreír cerca a mi.

Vi que la besaste y por algún momento deseé estar en su lugar, no por ser tú quien la besara, si no porque hacía mucho que no besaba a alguien con tanto cariño y con tanta sed de pertenencia…

Y así pasaron las horas… Nos divertíamos cada quién por su lado, y no creo que haya sido casualidad que, en las pocas veces que nos cruzábamos, repetías lo de mis ojos. Estoy de acuerdo con que algo raro pasaba…

Te perdí de vista al salir, no volví a saber de ti…
Y así fue como pasó, así fue como sucedió…


Octubre.
Día 3.

No estaba en mis planes salir ese día, de por sí estaba desanimada…  
Siendo las once de la noche de un lunes con alma de feriado al día siguiente, decidí combinar lo primero que encontré en mi armario, sin permiso alguno para salir de mi casa. Bajé ya con los tacos, esos que me hacen ver mucho más alta de lo que soy y, sin miedo y sin pedirle permiso a mi padre, con la ayuda de mi madre, salí de casa rumbo al cumpleaños de tu hermana.

El permiso era hasta las 3, pero en mis sospechas estaba que mi madre vendría a recogerme más temprano ya que papá no sabía que estaba fuera de casa.

Estaba nerviosa, porque al entrar no esperaba verte, ridículamente sabiendo que era tu casa y que en algún momento tenía que cruzarme contigo, ¿cierto?...
Ahí estabas, con un polo negro, el cabello corto, muy distinto a la última vez que te vi, pero con la sonrisa de siempre y tu actitud tan única, rara para ti.

Tardaste mucho en acercarte y sacarme a bailar, lo hubiera hecho yo, aunque yo misma no me lo creí luego, no estuve pendiente de ti, solo intentaba distraerme de los problemas y pendientes que había dejado en casa.

Me gustan tus ojos, son grandes. Una vez más me sonrojé y, como en la fiesta pasada lo único que hice fue taparme la mirada y desviarla mientras mis mejillas tomaban más color. Te respondí que me gustaba tu sonrisa y atinaste a sonreírme  hasta cansarte.
Mientras bailábamos comenzó la conversación, ¿qué tal te va en la universidad?  Te dije que bien. Me pediste que te preguntara lo mismo y lo hice, tu respuesta fueron más de cincuenta palabras… Terminamos de bailar y me dijiste que era una mujer de "pocas palabras". Me quedé picona, pues esa es una vil mentira. 

Bailamos un par de veces más, en grupo…  Y así, pasaron las horas y te perdiste…

Como lo había sospechado, mi madre llegó antes de las tres; dos y treinta de la madrugada para ser más exacta. Demoré quince minutos en buscar mi abrigo en el cuarto en el que lo habían guardado… Mientras tanto no aparecías, encontré mi abrigo y me fui…

Llegué a casa sigilosa, mi padre estaba durmiendo y no dejé sospecha alguna de mi salida, pues me quité los tacos antes de entrar a casa. Travesura realizada. Logré salir de mi casa sin autorización y te vi después de muchos meses.
Me quité el maquillaje, me di una ducha rápida y al ponerme el pijama recordé lo que me dijiste: mujer de pocas palabras, aún no lo creía y fui dispuesta a la venganza.
Recostada en mi cama y sin miedo, cogí mi celular para escribirte un mensaje al Facebook con más de cuarenta palabras explicándote porqué solo te había respondido con una sola…

Dormí sin pensar en nada, desperté pensando en ti, y sí, al despertar había una respuesta tuya…
Pasé de ser una mujer de pocas palabras a una con "más o menos pocas palabras".


Día 4.

Al parecer un domingo cualquiera, en una situación cualquiera. Con un castigo por haberme "escapado" la semana pasada, decidí, esta vez, pedir permiso para salir de casa. 
Coincidencia o no, te animarías a ir solo para saludar a tu ex enamorada, quizás para ver también mis lindos ojitos o simplemente para salir de casa.
Me contaste que saliste con el permiso de ir a comprar una cañita y de saludar a una amiga por su cumpleaños... Terminaste estando fuera de casa más de media hora y con tres llamadas perdidas en tu celular.
Estar sentada en las escaleras ese día me hizo sentir extraña, como más cercana a ti sin conocerte aún. Hablamos poco, lo suficiente para descartar cualquier timidez y demostrarte que hablaba y dejar aquella historia de pocas palabras.
Al ver las llamadas perdidas y dándote cuenta de la hora, tomaste la decisión de ir a casa. No había excusa, ni justificación, solo curiosidad y una salida pendiente aprovechando que yo estaría disponible para salir ya que no tenía responsabilidades universitarias.

Y así fue, así me ilusioné, así te tomé más importancia, así.



Noviembre.

Al último encuentro te desapareciste una semana. Estando ilusionada y sin perder la esperanzas de que nos volviésemos a encontrar, sea por casualidad o por algún motivo, no dejaba de pensarte y se me hacía raro...
A una semana de tu desaparición mágica, decidí proponerme algo, de por sí loco y descabellado, pero tenía que hacerlo pues sentía que era necesario.
Pedí señales un domingo, dije que si por nada del mundo aparecía algo que recordara a ti o, en su defecto, no me hablases, estaba dispuesta a olvidarte y seguir mi camino como si nada hubiese pasado...

Salí a caminar para distraerme un poco, de regreso a casa y casi sin esperanzas, encontré un juego de naipes en la pista. Inmediatamente lo relacioné contigo, creo que fue porque tenías una foto de perfil de aquello. Sonreí y seguí mi camino. Era magia, asumí que esa era una señal, solo faltaba que aparecieras.
Más tarde, mientras miraba televisión, llegó una notificación tuya a mi celular y sí, recuperé las esperanzas y empecé a creer que cosas mágicas pasaban.

Hablábamos no tan seguido, lo suficiente como para no dejar de pensarte.
No entendía porqué me atraías tanto si ni siquiera te conocía. Me mencionaste que querías salir conmigo en dos ocasiones, pero tus horarios en la universidad y responsabilidades pendientes no te lo permitían.
Entre conversaciones de chocolate, chantilly, cerezas, la luna, el cielo, las nubes y las estrellas, me empecé a dar cuenta que esto era serio, dudo que para ti, pero si para mi...

Un día me propuse invitarte a salir, no me importaba si esta vez sería rechazada , mejor dicho, desplazada por tus responsabilidades y deberes, ya no me importaba, solo quería intentarlo y como siempre, tú haciendo magia. Apareciste de la nada y me presentaste la oportunidad de vernos, con una "excusa" bien fundamentada.

Día 5.

Era martes y esperaba tu llamada desde las ocho de la mañana... Dieron las nueve, las diez, las once y algo y sonó el bendito celular, confirmando la salida de aquel día. Me dijiste que me volverías a llamar a las seis, cuando salieras de clase para definir la hora y lugar del encuentro y esperé ansiosa... Dieron las cinco y media de la tarde y yo ya estaba lista, sentada frente al espejo intentando encontrar el reflejo de mi alma, dieron las seis, las seis y quince, las seis y media, un cuarto para las siete de la noche y sonó de nuevo el bendito celular... Afirmativo camarada, a las ocho de la noche en el lugar mágico.

Llegué antes de la hora pactada y esperé diez minutos para mandarte el mensaje alarmante de que ya había llegado y que no te veía por ningún lado... Apareciste con una sonrisa y diciéndome que no calculaste bien los tiempos y que llegaste mucho antes de los diez minutos que yo había esperado.

Te seguí, caminamos, conversamos, llegamos al lugar mágico y para nuestra sorpresa la luna y las estrellas nos acompañaban. A pesar que había llevado un chocolate, la historia no estaba completa pues faltaba el chantilly y la cereza... Supongo que ya no importaba, pues creo que fui la primera mujer que te hizo ver las estrellas en la ciudad de Lima.

Todo muy bonito ( aunque suene un poco superficial), hasta la despedida. Llegué exactamente a mi casa a las once de la noche con once minutos, ¿mágico cierto?


Han pasado algunos días de aquella salida. Ya salí del shock, ya estoy superada y más tranquila. Aún espero  para volver a verte esta semana. Dijiste que querías llevar aquella "excusa" a mi casa personalmente y aquí espero, con mis lindos ojitos y con algunos algunos besitos para tus parpaditos que no llegué a darte el martes que nos vimos.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Martes de babuchas.

Dicen que la única manera de odiar una canción es que te la haya dedicado tu ex y te traiga los respectivos recuerdos, o que la tengas de despertador.  En su caso ambas, y no lograba odiarla, sino al contrario, provocaba ponerla de buen humor y hacía que despertase con una sonrisa y placer intenso, irónico.
(Momento – Los Cafres)

Se había levantado temprano, 7:45 am, para haberse acostado a las tres de la mañana, sin hacer nada útil durante el día anterior, era obvio que no había mucho cansancio, solo un leve desvelo. 
No recuerda si salió de la cama pisando con el pie derecho, no encontró sus babuchas donde supuestamente ella recuerda haberlas dejado al recostarse para dormir.
Descalza, se paró frente a la ventana que daba al balcón, corrió las cortinas y, a pesar de ser un frío septiembre, rayos del sol se disipaban en su ventana. Se frotó los ojos, creyendo ver lo posible luego de una madrugada lluviosa. Sonrió. Se estiró. Ojos cerrados, dejó que sus manos intenten tocar el techo, de puntitas. La sangre corría, el aire fluía, soltó un leve gemido y una risita placentera, encogiéndose de hombros se tiró de nuevo a la cama, de espaldas, sin miedo al vacío existente.

Sábanas blancas, cabello castaño. Pijama de verano, irónico para un invierno friolento. 


Esos ojos que me hipnotizan
Busco el paraíso de tu sonrisa Veo hoy, no siempre soy el mismo
Navegando en vos cruzo cualquier abismo

Abrió los ojos, recordó que era martes y que tenía planeado engreírse un poco. Ya no tenía recuerdos que la aten, ni sensaciones de vacío. Nada podía ponerla de mal humor, solo el raro hecho de no encontrar sus babuchas donde las había dejado.

Salió del cuarto dando brincos, mientras sonaba la canción del despertador de fondo. La música se disipaba conforme ella bajaba las escaleras para dirigirse a la cocina. Piernas largas, brazos extendidos que se movían al compás de la lejana música y rozaban las paredes sin dejar huella. Encendió la cocina, colocó la tetera. Se acercó al refrigerador y sacó la caja de leche. La llevó hasta la mesita donde planeaba preparase un café con leche, como los viejos tiempos. Mientras echaba el café a su taza, recordó donde posiblemente estaban sus babuchas, dejó las cosas como estaban y subió corriendo…


Momento de intimidad
Que solo vos y yo podemos alcanzar Y esa melodía surge al danzar
Hablando ese silencio pidiendo más y más

Se acercó al cuarto que se encontraba frente al suyo, la puerta estaba cerrada como de costumbre. Dudó al coger la manija y algo la hizo sentirse extraña, no sabía porque su reacción, y estando parada frente a la puerta, no entendía por qué su reflejo la llevó hacia ese cuarto. Abrió la puerta y al girar la manija un escalofrío invadió su cuerpo. Las luces apagadas no dejaban ver que era lo que había en ese cuarto. Dos pasos hacia adelante, uno hacia atrás. Sin prender las luces ingresó, no sabía porque, solo lo hizo. Giró en su sitio, cerró la puerta, palpó la pared buscando el interruptor para prender algún foco inexistente. Sus ojos inmensos no podían distinguir forma alguna, topó con una cómoda, se ayudó con sus manos para seguir el camino que la llevaba a la oscuridad infinita. Su cuerpo la dominaba, no entendía que estaba haciendo en ese lugar. Sintió que le tocaron la espalda, fue un roce, como que si unos dedos se deslizaran sobre su piel. Se detuvo y dio la vuelta. Con la piel erizada suspiró, estiró sus manos y sintió otro cuerpo. Se dejó llevar.La tomó por la cintura, la apretó fuerte contra sí. Ella, sin dudar, entregó su cuello como presa fácil y dejó que los labios del ser dibujaran caricias en él. Sus pezones se erizaron, sus manos forzaron los brazos que la mantenía apresada, mientras él la mantenía fija, inmóvil, dispuesto a no soltarla e invitarla a jugar. "NO", dijo. Él la ignoró y siguió conquistándola. Sus manos recorrían su silueta,  pechos, cintura, caderas, nalgas… "¡BASTA!",  grito sin reparo, con una voz media quebrada... Fue en vano, los dedos de su agresor llegaron a su húmeda vagina… Ella se colgó de él, colocó hábilmente sus piernas alrededor de su cuerpo, y sosteniéndose de su cuello, lo cogió de los cabellos y los jaló hacia atrás. Efusivamente, lo atacó con un beso intenso, no tiene idea de cuantos segundos logró contenerlo, no dio cuenta hasta que lo soltó y lo dejó sin aliento. Ambos soltaron una risa, cómplices de la travesura. Así cargada, la llevó hacia la cama de aquel cuarto y la recostó suavemente. Ella dejó caer su cuerpo sensualmente, estiró la cabeza hacia atrás y mientras el avanzaba para lamer su cuerpo, ella, con la ayuda de sus codos intentó deslizarse hacia la cabecera de la cama. Fracasó, él la retuvo colocando sus manos en sus tobillos, haciendo que ella se rindiese y se dejara lamer.

Sus tobillos, sus pantorrillas, sus débiles rodillas, sus muslos... Fue la pequeña travesía de la intrépida lengua de aquel sujeto. Al llegar al punto indicado, ella empujó su cabeza, no estaba dispuesta a aceptar aquel disfrute. Él levanto la mirada y, en la oscuridad, pudo distinguir su mirada, percibir un leve gesto de satisfacción, la ignoró y siguió con su cometido. Sus manos deslizaron el pequeño short que aquella traviesa llevaba puesto como pijama. Con los dientes deslizó aquella truza diminuta mientras ella se retorcía de cosquillas confundidas con placer. Demasiado hábil para ser cierto. Las manos de la muchacha agarraron las sábanas, con furia las apretó implorando paciencia para disfrutar de aquel deguste supremo. Las manos del desconocido rozaban sus piernas, dedo por dedo eran deslizados sobre aquella piel tan hidratada, tan suave. Al mismo tiempo su lengua bailaba en lo profundo, mientras ella se retorcía abriendo la boca y repetidas veces, mordiéndose los labios, gimiendo hacia adentro. Los dedos del marinero tomaron por sorpresa aquella vagina ya saboreada, hicieron palpitar cada nervio, sensaciones inexplicables pasaban por su cuerpo. Un dedo, dos dedos… "¡AAH!", exclamó sin aliento. Entraban y salían, volvían a ingresar lento y muy adentro lograba activar un botoncito que hacía que ella pierda el sentido y el control completo de su cuerpo. 

Ella bajó sus manos, arañó su espalda, subió hacia su cuello y la respuesta inmediata que recibió fue que una de las manos traviesas de aquel hombre subiera hasta uno de sus senos. Pezones erizados, placer incontrolable que salía por los poros de su piel. "Ven", susurró mientras él se asomaba. Con ambas manos le quitó el bvd. Su lengua recorrió aquellos pechos perfectos en la oscuridad. Ella tocó su cabeza, él la miró de reojo, mientras seguía haciendo lo suyo. Su espalda fue definida por aquellas manos sutiles, parece que se había apagado un poco el fuego. Ella miró hacia un lado, un "¿qué pasa?" Le volvió la cabeza a su sitio inicial. "Nada, sigue"  Él se detuvo, se acercó a sus labios, acarició su rostro, en la oscuridad se miraron fijamente. "No podemos seguir haciendo esto", dijo ella, empujándolo para poder salir de aquel sueño. Él la retuvo, la besó como jamás nunca la habían besado. Mordió sus labios, su lengua era toda una maestra, hablaba sin pronunciar una sola palabra dentro de su boca. Deslizó sus manos sobre aquel cuerpo de silueta contorneada, pasó por su abdomen y, sin titubear, llegó a su miembro y se lo implantó sin reparo. Ella soltó un gemido, se le fue el alma en un segundo. Mientras la penetraba, sus labios la endulzaban. Lo hacía lento, con ritmo. Era todo un artista. Logró mantenerla inmóvil por algunos segundos. Empezó a acelerar, pequeños alaridos salían de aquellos labios carnosos.  Rosados como su piel, aquella que no podía vislumbrarse por la secreta oscuridad. Gotas de sudor empezaban a emanar de sus cuerpos. Aceleraba. La metía y la sacaba, sin parar, al mismo ritmo, el mismo compás, mientras ella ponía de su parte moviéndose de manera consecuente. De su cuello le colgaba una cadena que, en cada movimiento, reposaba sobre sus pechos. Más rápido, con fuerza, ya la tenía.  Ella, solo sabe como lo hizo, lo tomó de los brazos y con alguna técnica jamás aprendida, decidió domar de la situación y, como buena jinete, empezó a cabalgar en busca de satisfacción. Sentada sobre aquel miembro erecto, empezó a moverse de manera circular, variando con algunos saltos y brincos, con caída libre, suave, ya saben, de esos que los hacen delirar… Impaciente por ver lo invisible, las manos de aquel hombre sucumbieron ante la inmensidad del vacío, tocaron aquellas nalgas redondas, caderas con licencia, una cintura no más insegura y aquellos pechos perfectos sin defectos. Mientras tanto ella se retorcía y hacía su trabajo en busca de placer mutuo.Se encorvó hacia su pecho, manos que la abrazaban por la espalda relajada, empezó a bailar sin ritmo. Una loca, se olvidó del tiempo, del espacio, no existía nada ni nadie que la pudiese parar. Le susurró algo, ella no entendió el mensaje y siguió en lo suyo. 

Había llegado el momento, no escuchaba sus gemidos, no sentía nada más que un leve adormecimiento y ardor al mismo tiempo. Un calientito inexplicable, un vacío absoluto. Sin palabras. Su corazón latía sin ritmo, no tenía voz. A lo lejos se escuchaba el silbido de la tetera, aumentaba conforme pasaban los segundos… Entonces su vagina empezó a palpitar y, por unos segundos, la sensación la inundó toda y se apoderó de su ser, no pudo evitar el jadear, aunque no hiciera nada de ruido ya. Luego, aquel cuerpo un poco frágil, presentó tres o cuatro espasmos, ya ni los contó, pues en ese momento se le nubló la mente y de un intenso despegue de miembros, alcanzó el clímax. La tetera misteriosamente dejó de silbar. Se rindió y la única reacción que tuvo fue recostarse en el pecho de aquel amante. Cuantos minutos, cuantos segundos más, solo el silencio de ese cuarto lo saben... 

Se escucharon llaves, ella saltó del susto. Se paró con gran habilidad y el reflejo de su cuerpo hicieron que sus pies buscaran sus babuchas en el suelo. Las encontró. Salió rápido de la habitación y al cerrar la puerta, así desnuda, se recostó sobre la puerta, mientras mantenía las manos en la manija. Sonrió. Logró disipar una sombra en el primer piso, corrió hacia su cuarto... 
Abajo se escuchó un "¡Carajo! ¿Quién dejó la cocina prendida? ¿De quién mierda es este café?..."
Alguien salió del cuarto de al frente, "Es mío, tío", se escuchó.














viernes, 24 de agosto de 2012

Nunca digas jamás, nunca.

"Desde hoy por la mañana he recuperado misteriosamente mi virginidad. No trates de entender porque solo quien es mujer sabe lo que digo..." 
 A orillas del río Piedra me senté y lloré. - Paulo Coelho.

Él había puesto el paraíso a mis pies.
Había sacado de mi lo mejor y lo peor.
Para cuando lo conocí no sabía quien era, buscaba dentro de mí y no me hallaba.
Al mirar en sus ojos pude ver mi reflejo, vi lo impalpable, lo irracional de mi ser.
El placer que sus ojos reflejaban eran incomparables a lo que los mios podían sentir.
Me perdía en su mirada, en su ser, en la forma mágica en la que sus dedos me tocaban, sin tocarme al mismo tiempo, moviendo todo en mi, haciendo de esto una guerra interminable no con él, si no conmigo misma.  No quería gozar al máximo, me limitaba en el disfrute. Tenía que ser precavida, no estaba permitido enamorarse.Todo eso que creía que le pertenecía a alguien más, no existía ya. Simplemente no le pertenecía. Descubrí que era suya a partir de ese momento, no había pasado que me tuviese ya.

Crucé la esquina, lo vi desde el paradero y no había cambiado mucho. Prendió un pucho, me hizo acordar los viejos tiempos, esos en donde nos sentábamos a hablar de la vida en Alonso de Molina, hacía dos años, un poco más o menos, quizás…

Me miro y un tímido “Hola, ¿cómo estas? “ - salió espontáneo de nuestros labios, casi al mismo tiempo. Y fue incómodo, porque no sabía si besarlo en la mejilla o qué. 
Ambos estábamos sorprendidos o nerviosos, no lo sé. Yo temblaba y no sabía que decir. Lo habíamos planeado la noche anterior y no había tiempo para arrepentirse.
Fue un momento en el que no me hallaba en la situación, todo parecía extraño. Demasiado perfecto para hacer una historia de amor, sin amor, creíble.


Estando a su lado, descubrí que lo que sentía por él hacía tiempo, jamás se había ido. Su mirada era la misma, nada en él había cambiado. Su voz, de por si me excitaba. En ese momento tuve el primer orgasmo de la tarde: el placer de sentirme envidiada por cualquier mujer que me vea. A mi lado estaba el hombre más perfecto del universo. Perfecto para mí, no me importaba el resto.
Me tomó de la mano y caminamos sin rumbo. Dimos unos pasos y se armó de valor para coger un taxi e ir a donde el destino nos llevase… a donde él tuviese planeado, en verdad, porque por un momento me desentendí de la situación y quise sentirme ajena al momento.
Muy cortés, me abrió la puerta del taxi.
Listo, aun no sabía el destino. Estaba con él, total, ya nada podía salir mal.

La conversación para el camino la inició él ya sin timidez. Escuchar su voz me daba esa calma, la paz que necesitaba. Me dijo que yo había cambiado mucho a la última vez que me vio, y sé que no se refería a la vez que nos cruzamos cuando él estaba acompañado de ella, o cuando hace algunos meses se cruzó en mi camino como “mi amor platónico” o el tan esperado “amor de mi vida” manejando el carro de su mami… Me vio distinta a aquellas mañanas en las que salía de clase corriendo para verlo en el lugar de siempre, a aquella última vez en la que me propuso algo indecente echados frente al edificio de medicina en la universidad… Me vio diferente y mejor, a lo que él se refería con mi físico. Y efectivamente, doce kilos habían sido eliminados de mi cuerpo por falta de autoestima, y aun así no era suficiente, y con miedos me aventuraba a enseñarle de mi todo, lo que muchos otros ni siquiera han visto en la playa…

Llegamos al destino, me sentí incómoda cuando pagó el taxi, me sentí conchuda por un momento, pero anoche él dijo que se encargaba de todos los gastos.
Amor, a cambio de placer mutuo. Ese era el cheque millonario que yo recibía de recompensa.

Dije que jamás pisaría uno. JAMÁS.
El dicho: “nunca digas nunca” no sirve en esta historia. Que yo recuerde, jamás dije nunca. ¿Por qué tenía que cumplirse el dicho entonces?


Entré con miedo, era un lugar conocido ya que la ruta era concurrida por muchos. Los nervios hacían que caminase rápido. El “es aquí” hizo que se me acelerara el corazón a cuchucientosmil por hora. Tenía la sensación de que alguien que me conocía estaba tras mio, o delante mio, o en alguno de esos carros estacionados en el semáforo de la Av. Circunvalación. “¡¿Es broma?!”, dije. Soltó una carcajada y un “no” salió de su boca, mientras me abría la puerta de aquel lugar sin salida.

Se me nubló todo. Mis piernas temblaban.
Lo que estaba ocurriendo definitivamente era un sueño. No podía ser capaz. Era increíble.
Mientras el hacía los trámites, yo solo miraba el vacío, intentando hallar seguridad en cualquier punto ajeno a mi. No podía dar marcha atrás. Él estaba ansioso, más nervioso que yo, imposible. No recuerdo en que momento subimos hacia el destino que ambos trazamos sin miedo a perder la vergüenza. 

Todo era verde, me refería a las paredes de los corredores.
No estoy segura si subimos tres o cuatro pisos. Ya estábamos dentro del infierno.
Siempre tuve la idea que al entrar a uno de estos escucharía mil huevadas de habitaciones vecinas, pero me equivoqué, quizás para mi suerte, y salud mental, aun nadie empezaba a disfrutar de su desdicha, o quizás ya habían terminado, o qué se yo. Debía concentrarme y dejar el miedo. Esta era la situación, nuestra situación. Lista o no, de alguna manera teníamos que empezar.

Intenté ser dulce y mi lista de pendientes empezó a ser tachada.
Lo besé.


Creo que beso mal. No sé. O fueron los nervios. No sé.
Reímos los dos al mismo tiempo, era momento de dejar de hablar y empezar a bailar.


Creo que fui torpe a quitarme la ropa, me hubiese gustado ser algo más femenina, le echaré la culpa a las ganas, definitivamente ganaron.

Silencios profundos nos acompañaban contradiciéndose al mismo tiempo con gemidos repentinos. Esos gemidos sin ruido, aquellos que escuchas solo en tu cabeza mientras el besa partes jamás nunca besadas. Ya estábamos en el juego, con inseguridades o no, decidí seguir su andar. A media luz, todo perfecto. La travesía estaba dispuesta a continuar.

El placer de su mirada, sus labios cuando recorrían mi piel. La magia de su cuerpo, sus manos, sus dedos, su espalda, sus piernas...
Mi cuerpo llegaba al climax mientras el jugaba a portarse bien. Mi alma no conocía de prejuicios, mi cuerpo no me pertenecía, lo había perdido en el momento en el que me hizo suya por completo.  Cerré los ojos y me aventuré, me dejé llevar…
¿En qué momento terminamos siendo esclavos el uno del otro?
“Déjame hacerlo, yo quiero complacerte. Déjalo en mis manos.”
En tus manos, en tu cuerpo, en tu ser, pensaba…
Dejé que llevase el ritmo, se adueñó de mí ser, recorrió mi cuerpo despacio. Conocía cada punto de quiebre, cada detalle, como si me conociera de antes, como si este no fuese nuestro primer encuentro.


Tocó lo inimaginable, y sin tocarme, también, me hizo el amor con su mirada. Me dejé llevar, me entregué por completo. A media luz, podía vislumbrar su silueta. Admiraba el compás, su ritmo, lo insensato, lo irreal. No estaba loco, solo era él mismo. Nuestros cuerpos se entendían a la perfección. Dos almas que se hacían una en un ritual interminable.

(…)

Pasaron segundos, minutos, horas, no sé cuantas, ni interesaba. Me había perdido en el infinito.
Prendió un pucho, se recostó en la cama. Sutilmente me recosté en él, abrió sus brazos y se me escapó una estupidez:
Quisiera quedarme contigo, así, para siempre.
Él solo sonrió, y siguió fumando…

(…)

Las memorias de un suspiro, los recuerdos de infinitos gemidos plasmados en mi mente, en mi ser, en mi alma, en mi corazón, en mi piel... Que desdicha la mía el poder recordar el sabor de su piel, su aroma, la forma en la que me hacía el amor. Su mirada, tan profunda, inevitable ausencia de su ser. Era mágico, aún lo es.

viernes, 17 de agosto de 2012

Catarsis.


Mis inseguridades me hicieron perder al amor de mi vida, aquel amor imposible, a mi amor platónico. Al hombre de mis sueños, al humano que hizo que volviera a creer en el amor de manera distinta: rencarnada en el placer supremo de un orgasmo, al ser inmortal que alteró mis sentidos y conquistó el sentimiento más puro que puede sentir un alma en pena. En las caricias prohibidas, en el más sencillo detalle de jugar a ser extraños mientras nuestras almas se conocían plenamente. A disfrutar de mi cuerpo, de mi ser, de mi gracia y mi desdicha. De sus ojos, su mirada profunda, su magia, sus labios, sus besos, sus manos, sus dedos, su espalda, sus piernas, sus ganas, sus ansias, su forma infinita de hacer el amor. 

Había caído en el juego de la seducción y una vez más cometo el error de dudar de mi misma, de sentir que no sirvo, de volver a perderme y no reconocerme como quien verdaderamente soy.

Él estaba dispuesto a jugar, a pasarla bien, seguro de sí mismo, sin ataduras ni prejuicios, sin límites. Me había elegido a mí como presa, como delicia previa a un disfrute eterno. Afortunada yo que estaba a punto de conseguir lo que más ansiaba en esta vida, su corazón. Dueña de su cuerpo, de su ser, entregándose completamente hacia mi para que lo lleve al infinito. Brindándome el privilegio de poseer, en bandeja de plata, el tan ansiado paquete B que cualquier ninfa estuviera dispuesta a aceptar por simple costumbre, por simple capricho de goce, de satisfacción… pero conmigo era distinto, iba más allá de sensaciones, de placeres y mis demonios me ganaron. Esta vez me manipularon para perder el camino y dudar de mi misma, una vez más.

Aún no aprendo a diferenciar lo bueno y lo malo en la vida. Estoy en eso y por mientras estoy viviendo sin sentido alguno, y aunque hace unos días estaba convencida en un cambio, dispuesta a entregarme por completo al juego ya planteado, lo abandoné. Cobarde, con miedos, sin la más sentida razón de deslindarme por completo del peso que se me había puesto en las manos. Decidí dejarlo, abandonarlo, rechazar el paquete B, haciendo que se confundiera todo, contradiciendo mis principios, manipulando todo y quedándome sin nada. Sin ti. Sin mí.

Se siente como si el mundo se cayera encima y al mismo tiempo como si cayeses en un abismo interminable, una sensación de vacío único. Un arranque de cólera, rabia, impotencia, en donde no te encuentras, no te hallas. Soledad absoluta. Te niegas a descubrirte a sentir, a disfrutar el  momento, dejando el pasado atrás, sin cogerlo, ni mirarlo. Sin pensarlo… Ni pensar en un futuro, solo vivir el presente. Ese presente en donde encontraba por fin el camino y quizás el fin de la búsqueda de mi felicidad. Total, la había encontrado, pero basto un minuto para echarlo todo a perder. Basto un segundo de inseguridad para que, en los minutos siguientes, se me resbalase todo de las manos.

Hacía casi dos años que no sabía nada de él. Se había perdido por completo.
Me enteré que se enamoró al igual que yo, y que se entregó por completo a alguien que no lo valoraba tanto como él a ella. Cuanto había ansiado estar en el lugar de aquella niña, reemplazarla por minutos y ser capaz de valorar al ser más estupendo del universo. A la persona que yo sentía (siento) correcta para mí. Estaba segura que en su lugar, hubiera aprendido a vivir con mis inseguridades, es más, trabajar en ellas para que se conviertan en mi fortaleza, nuestra fortaleza, nuestro motor para avanzar, uno al lado del otro.
Perder a la única persona que haz amado en la vida, por el capricho de conocerte a ti primero, antes de dejar que él te amara antes. 

Estoy completamente segura que si hubiera arriesgado más allá de los límites, hoy estuviera agradecida conmigo misma y con él, por permitirme hacerlo feliz, por brindarme su alma y darme la seguridad que tanto necesitaba.

Dicen que no se debe vivir del pasado, y en eso estoy. Lo hecho, hecho está.
Con él descubrí sensaciones que con ningún otro había hallado en mí y por miedo a arriesgar, perdí todo.  Lo perdí a él, me perdía a mí.

De todo esto han pasado solo dos días. El tiempo no alcanza, lo pasado ya no tiene arreglo, pero creo en segundas oportunidades.

Ya me encontré a mi misma, de nuevo. Y esta vez estoy segura de lo que soy.

Soy una ninfa, me encanta experimentar con mi cuerpo. Pero no existe química alguna que sea compatible con este sentimiento. Hice una promesa antes que toda la mierda se me venga encima: “Tú o nadie. Mientras no halla otro, no piense en otro, no hay ningún problema” Y así será hasta el infinito. No pienso entregarme a nadie, porqué gracias a él empecé a creer en promesas, promesas mías, que no involucran a nadie. A volver a creer en mí, en lo que soy y hacerme respetar como mujer, entregando siempre mi alma al placer, pero amando y amandome al mismo tiempo. Sin caprichos ni necedades. No me aferro al “que pudo haber pasado si…” YA PASÓ, YA ESTÁ. Es imposible dar marcha atrás y así como el destino lo puso en camino, quizás sea el mismo quien haga que tome la decisión de volvernos a encontrar…

Corrección:
Ayer me sentí insegura, hoy he dejado de serlo.
Estoy convencida y ya sé lo que quiero.
Y aunque te parezca loca, tengo la sensación de que debería arriesgar.
Solo si tú estas dispuesto, pregunto si existe algo para volver a lo que teníamos, si es que teníamos algo, pues creí en eso.
Descubrí que contigo siento cosas que con nadie más, no tengo nada que perder. No hay sentimientos de por medio, contigo soy quien verdaderamente soy. Y así como tú me elegiste para empezar esto, me gustaría continuarlo, solo si estás dispuesto, sin presiones ni nada…
Solo quiero hacer a alguien feliz.
¿Te gustaría ser ese alguien?

DESTINO.


miércoles, 15 de agosto de 2012

Adiós.


Soy responsable de todo, porque cedí y sigo cediendo, sé que esto no va a terminar bien. 
No puedo luchar con mis demonios, necesito salir de esto ahora. 
Sabías que me gustabas desde antes que pasara esto, no sé si te “aprovechaste” de la situación, lo dudo, las cosas simplemente se dieron, yo lo permití y adquiero toda responsabilidad.

Fácil te rías de todo esto, no lo hago tan grande ni le doy mucha importancia, pero necesito encontrar mi equilibrio. No es justo para ti menos para mi. Sí, soy egoísta y esta vez pienso en mi: me estoy haciendo daño. 
Estoy arriesgando mucho, y en parte siento que me estoy entregando demasiado. 
Muero por hacerte feliz cuando ni siquiera sé que quiero para mi misma.

Es capricho mio si seguimos con esto, es placer tuyo si continuamos.

En verdad no sé hasta dónde vamos a llegar. Tú lo tienes todo claro, para ti es más sencillo porque sabes lo que quieres, para mi no, porque siempre en mis intenciones va a estar enamorarte, aunque no logre nada.

Lo siento, creo que el paquete B no me pertenece más… Así me amarre a ti en lo sexual, jamás lograré conseguir el paquete A qué es lo que más me importa. Creo también que mereces más que esto.
Ambos merecemos más que esto.


Los amores imposibles, nunca encuentran solución.

jueves, 19 de enero de 2012

Asignatura PENDIENTE.

Dicen que un deseo no muere, insiste, insiste hasta que se hace realidad. Un deseo que no se realiza nos vuelve tenaces, o nos obsesiona.  Pero algo que dejamos de lado, algo que ignoramos, por negligencia o cobardía, se convierte en asignatura pendiente. Una asignatura pendiente es algo más que un deseo insatisfecho, es algo que te encierra en el pasado, es un ciclo que no podes cerrar. Una asignatura pendiente es una vuelta al pasado para poder avanzar hacia el futuro. Uno no va detrás de una asignatura pendiente, es ella la que te persigue. Una asignatura pendiente te atrapa en un momento y no te deja avanzar.