martes, 23 de febrero de 2016

220216.

No me cabe duda alguna de que eres el amor más bonito que tengo. Y, por alguna razón descabellada, tengo la certeza de que viviré de ti eternamente enamorada. Siempre lo estuve, pero me ganó la cobardía, el miedo y faltó decisión. No hubieron culpables, solo falta de convicción. Faltó darte luz verde, el ambar solo logró bloquear el destino, tomamos rutas quizás no equivocadas, pero ahí vamos, con rumbo desconocido en carriles paralelos. Mirándonos por ratos, yo pensándote todo el tiempo.

En el presente, nos interrogamos constantemente y nos quedamos con las remotas posibilidades, del "qué sería si hubiera pasado" cuando paso de todo mientras nos encontrábamos con los ojos cerrados.
No puedo decir que te he visto en todas tus facetas, pero te he sentido, pensado, creado e imaginado en muchas de ellas. Tuve tu amor y no lo quise ver, tuve tus ojos, tu sonrisa, tus manos, tu pecho, tus piernas y tu alma pendiente de mi. El mundo da vueltas, así cómo anduviste algún tiempo alrededor de mi. Fui el sol y la luna de tus días y noches, mientras tú eres, aún,  mi universo estrellado. 
Fuimos amantes eternos de un rato, fuimos enamorados no correspondidos a destiempo, eternos por dos años, fuimos amigos sin serlo y nos quisimos menos de lo que probablemente nos queremos ahora. Nos quisimos y nos amamos, por suerte no nos perdimos ni nos olvidamos.

Hubiera querido darte mi tiempo, que te adueñes de mis pensamientos antes de sentir la sensación de pérdida, este vacío que intento llenar con tu recuerdo y las pocas fotografías que tengo de ti, como si coleccionara recuerdos míos, cuando en realidad sólo son compartidos. Me llevé tu romanticismo y tú te llevaste mis sueños y deseos. Eres todo lo que quiero, lo que necesito, lo que me hace falta y te elijo, te elijo como amo y dueño de mis pensamientos, de lo que siento, como fiel domador de la bestia insensata, que actúa sin reflejo, que se deja besar y acariciar, buscando la cura y remedio para volver a respirar.

Es tarde, lo sé, y no debo responder. 
Gracias por cada pedazo de cielo, por cada risa, por cada mirada nerviosa, por cada intento de caricia y admiración constante, por los jalones de orejas y los brazos siempre extendidos dispuestos a recibir abrazos sin sentirnos.

La noche que estuvimos en la playa, que me dijiste que te gustaron mis zapatos, me abrazaste como nunca, y lo único que esperé fue que me besaras. Te sentí mío, te sentí únicamente mío y te bromeé, te reté, provoqué que te acobardaras titulándote de incapaz. En guerras perdidas solo quedan velar muertos, y aquí no hay nada perdido y nuestro amor no ha muerto. 

Estoy enamorada de ti, a la distancia, de tu recuerdo, de lo que aún me haces sentir, de lo que me hiciste vivir. Has sido el mejor compañero de viaje terrenal, eres la mejor compañía espiritual. Quiero que estés en todo momento, imposible que te quedes todo el tiempo. 

Lamento la intensidad, pero hay palabras que los besos logran callar.

domingo, 14 de febrero de 2016

Deberes para ayer hoy y mañana..

Debería vomitar tus recuerdos para olvidar que me gustas, que aún te quiero. Para que una palabra tuya ni cambie ni sane mi mundo. Para que un beso tuyo, aunque en la lejanía, no nutra tanto mi alma y me dé alegría capaz de volver blanco el más negro infierno subterráneo.

Tendría que dejar de sentirte, pero no puedo. Te llevo tatuado con tinta indeleble y, una señal tuya, cual ser mesiánico de una religión reveladora, me basta para olvidarlo todo, para enterrar aquello que fue malo.

Deberías no volver hacerme sonreír, perdiéndome en la búsqueda de lo que no dices y evitas; de esa mirada de azabache que me inquieta, que me confunde; apartarme del puzzle que eres para mi: uno que nunca acabo por la pieza que me falta, esa que no me das.

Y pienso en las mil posibilidades para vomitarte, pero luego apareces con tu simple ser cotidiano, extraño, normal, un tanto ególatra, y sólo soy capaz de ver lo bueno en ti, tu luz, mi paz.

Aquí me quedo yo, pensando en si meterme o no los dedos a la garganta para forzar el vómito, con el deseo de ser la dueña de lo que no dices, de lo que no haces.

Aquí me quedo, con los deberes para ayer, hoy y mañana. Todo lo que escribí mientras no mirabas, mientras no estabas.

martes, 9 de febrero de 2016

Paloma wanna be.

Cada vez que veo a una prostituta le sonrío. Algunas me miran con indiferencia, otras me ignoran, miran a través de mi como si fuera invisible. No existo.

Hoy caminé por sus calles, y me sentí una. Me encanta verlas, observarlas, analizarlas y desvestirlas con la mirada. Me siento identificada. Me veo en ellas. No por su profesión, pero quizás sí por su actitud. Se hacen notar, y tras su inseguridad, se sienten dueñas y libres de su cuerpo, dispuestas a complacer a cualquiera que pague por sus servicios.

Pocas son las veces en que llego a profundizar en sus miradas: ojos vagabundos, llenos de vacíos. Supongo que por más buenas putas que sean, lo que hacen no es por amor, si no por necesidad. Necesidad de vida, dinero. ¿Placer? No sé.

Me gustaría pagarle a una puta y no para que me cautive con su sexo, si no para verla en acción. Más que morbo, es incauta curiosidad. Quiero grabar en mi mente sus movimientos, sus reacciones, sus trucos y afanes. Descubrir su mundo interior. Quiero ver el anhelo de libertad, sentir como son manipuladas y, muchas veces, maltratadas y abusadas bajo consentimiento por sus clientes. Quisiera saber cómo es que hacen para no crear un lazo afectivo con la pareja de turno. 
Valientes, dignas de la porquería. 
Quiero descubrir cuál es el sentido de la vida siendo una puta: vender el cuerpo, complacer al resto. Desvestirse sin tapujo, acariciar cuerpos, fingir orgamos, hacer bien el trabajo, recoger los trapos y vestirse de nuevo.

Quizás en otra vida fui una mujer así, sin-vergüenza. Ojalá hubiera nacido lo suficientemente perra para no encariñarme con quienes me brindan calor pasajero.

domingo, 7 de febrero de 2016

25/26. La búsqueda del todo, encontrando nada.

No existe cura alguna para el desamor. La ley del "un clavo saca a otro clavo" muchas veces es aplicada y, en su mayoría, resulta efectiva. El amor es un estado de locura degenerativa y destructiva, debo admitir que soy adicta. 

He buscado el amor en lugares equivocados, en objetos y personas que, por alguna razón, se aparecieron en mi camino. Nadie anda por las calles buscando satisfacciones personales más que yo. Trato de encontrarme, de hallarme, de reflejarme en todo aquello que está a mi paso y quizás es ahí donde viene el error. Error que me gusta cometer, una y otra vez.

Soy una especie rara, me enamoro de todo y todos, pero nunca a su tiempo. A veces antes, casi siempre luego. 

Si pudiera darme el lujo de regresar en el tiempo me daría una oportunidad, sólo una para darme cuenta de lo equivocada que estado todo este tiempo y, sí, quizás llegue a donde estoy ahora: herida, rota; cuestión de destino en el desatino.

Dejé mis alas en el camino, se las entregué a alguien que merece ser amado más que yo, no por sentirme menos, si no porque hay amores que luchan incansables, son fieles a su instinto y no se desvían del camino. 

Yo estaré bien, de acá a un tiempo, como siempre. Estaré bien, y seguiré en mi búsqueda, solo que esta vez está enfocada al amor propio. Mi equilibrio emocional está es un desbalance total. Me entregué a quienes no debía, y reprimí mi amor para quienes sí lo merecían. Me perdí de mucho conmigo misma y, aunque las calles están distintas, las ganas de volver a recorrer el camino no se han ido. 

He perdido el juego, lo admito, pero no me he rendido. Todos, en algún momento de nuestra vida hemos actuado con cobardía, quizás siendo egoístas para con uno; sigo en la búsqueda y, al fin, hallar un bien común, en donde la tan ansiada felicidad nos colme el alma y nos lleve a fracasar intentándolo, sin arrepentimientos que nos aten. Hay que saber dejar ir, soltar la cuerda y dejar ir.

Si la tierra es el lugar en donde tropezamos, el cielo debe ser en donde hacemos las paces y nos reencontramos.

sábado, 6 de febrero de 2016

viernes, 5 de febrero de 2016

Alas de la Victoria.





Yo quería hacer el amor con él todos los días, recostarme en su pecho con su palpitar como canción de cuna, sentir esa respiración pausada - algunas veces entrecortada - que me refrescaba del hastío y me hacía sentir en paz.

Yo quería despertar en la madrugada y quedarme inmóvil a su costado con los ojos bien abiertos, apreciando la fisionomía perfecta de su rostro. Descubrir sus lunares, contar sus cabellos. Ocupar mis insomnios en sus brazos, desgastar mis ideas para comprenderlo, resumir mi vida en su nombre; yo quería todo con él, ser suya completa, sin ningún contratiempo.

Pero él se cansó de esperar, quizás le resulté aburrida, demasiado entregada, demasiado loca, demasiados riesgos, demasiada carga, demasiado para él que nunca recibió nada. 

No se marchó porque dejó de amarme, se fue porque creyó encontrar a alguien que era capaz de amarlo más - más de lo que en mi momento pude amar.


Estoy en desventaja. Ni en dos años más lograré conseguir lo que ella conquistó en 24 días.
Lo que si me queda claro, hoy más que nunca, es que el amor no se compra con un boleto de avión, y que no existe suerte, lo que necesitas es moverte.


Si andabas buscando la nada más absoluta, felicidades: la has encontrado.





jueves, 4 de febrero de 2016

Tal cual

"Querida, encuentra lo que amas y deja que te mate. Deja que consuma de ti tu todo. Deja que se adhiera a tu espalda y te agobie hasta la eventual nada. Deja que te mate, y deja que devore tus restos.
Porque de todas las cosas que te matarán, lenta o rápidamente, es mucho mejor ser asesinado por un amante.”

—Falsamente tuyo, Charles Bukowski.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Armanda.

Pasado:

"Yo te gusto, por el motivo que ya te he dicho; he roto tu soledad, te he recogido precisamente ante la puerta del infierno y te he despertado de nuevo. Pero quiero de ti más, mucho más. Quiero hacer que te enamores de mí. No, no me contradigas, déjame hablar. Te gusto mucho, de eso me doy cuenta, y tú me estas agradecido, pero enamorado de mí no lo estás.  Yo voy a hacer que lo estés, esto pertenece a mi profesión; como que vivo de eso, de poder hacer que los hombres se enamoren de mí. Pero entérate bien: no hago esto porque te encuentre francamente encantador. No estoy enamorada como tú de mí. Pero te necesito, como tú me necesitas. Tú me necesitas actualmente, de momento, porque estás desesperado y te hace falta un impulso que te eche el agua y te vuelva a reanimar. Me necesitas para aprender a bailar, para aprender a reír, para aprender a vivir. Yo, en cambio, también te necesito a ti, no hoy, más adelante, para algo muy importante y hermoso. Te daré mi última orden cuando estés enamorado de mí, y tú obedecerás, y ello será bueno para ti y para mi.
No te ha de ser cosa fácil, pero lo harás, cumplirás mi mandato y me matarás. Eso es todo. No preguntes más nada."

Presente: 
A destiempo.

Futuro:
Tu regreso, lunes 08 de febrero.

lunes, 1 de febrero de 2016

Siempre gana quién sabe amar.


- Ahora podrías volver a bailar conmigo, Harry. ¿O no quieres bailar más? 
También con ella bailé ahora más fácil, más libre y más alegremente, aun cuando no tan ingrávido y olvidado de mi mismo como con aquella otra.
Armanda dejó que yo la llevara y se plegaba a mí delicada y suavemente, como la hoja de una flor, y también en ella encontré y sentí ahora todas aquellas delicias que unas veces venían a mi encuentro y otras se me alejaban; también ella olía a mujer y a amor, también su baile cantaba delicada e íntimamente la atrayente canción deliciosa del sexo; y, sin embargo, a todo esto no podía yo responder con plena libertad y alegría, no podía olvidarme y entregarme por completo. Armanda estaba demasiado cerca, era mi camarada, mi hermana, era mi igual, se parecía a mi mismo y se parecía a mi amigo de la juventud, Armando, el soñador, el poeta, el compañero de mis ejercicios y correrías espirituales.

- Lo sé - dijo ella después, cuando hablamos de esto-; lo sé bien. Yo he de hacer desde luego todavía que te enamores de mi, pero no hay prisa. Primero, somos camaradas, somos personas que esperan llegar a ser amigos, porque nos hemos conocido mutuamente. Ahora queremos los dos aprender el uno del otro y jugar uno con otro. Yo te enseño mi pequeño teatro, te enseño a bailar y a ser un poquito alegre y tonto, y tú me enseñas tus ideas y algo de tu ciencia.
- Ah, Armanda, en eso no hay mucho que enseñar; tú sabes muchísimo más que yo. ¡Qué persona tan extraordinaria eres, muchacha! En todo me comprendes y te me adelantas. ¿Soy yo, acaso, algo para ti? ¿No te resulto aburrido? -  Ella miraba al suelo con la vista nublada.
 - Así no me gusta oírte. Piensa en la noche en que maltrecho y desesperado, saliendo de tu tormento y de tu soledad, te interpusiste en mi camino y te hiciste mi compañero. ¿Por qué crees tú, pues, que pude entonces conocerte y comprenderte?
- ¿Por qué, Armanda? ¡Dímelo!
Porque yo soy como tú. Porque estoy precisamente tan sola como tú y como tú no puedo amar ni tomar en serio a la vida ni a las personas ni a mi misma. Siempre hay alguna de esas personas que pide a la vida lo más elevado y a quien no puede satisfacer la insulsez y rudeza de ambiente.
- ¡Tú, tú! - exclamé hondamente admirado -. Te comprendo, camarada; nadie te comprende como yo. Y, sin embargo, eres para mí un enigma. Tú te las arreglas con la vida jugando, tienes esa maravillosa consideración ante las cosas y los goces minúsculos, eres una artista de la vida. ¿Cómo puedes sufrir con el mundo? ¿Cómo puedes desesperar?
- No desespero, Harry. Pero sufrir por la vida, oh, sí; en eso tengo experiencia. Tú te asombras de que yo soy feliz porque sé bailar y me arreglo tan perfectamente en la superficie de la vida. Y yo, amigo mío, admiro de que tú estés tan desengañado del mundo, hallándote en tu elemento precisamente en las cosas más bellas y profundas, en el espíritu, en el arte, en el pensamiento. Por eso nos hemos atraído mutuamente, por eso somos hermanos. Yo te enseñaré a bailar y a jugar y a sonreír y a no estar contento, sin embargo. Y aprenderé de ti a pensar y a saber y a no estar satisfecha, a pesar de todo. ¿Sabes que los dos somos hijos del diablo?
- Sí, lo somos. El diablo es el espíritu; nosotros sus desgraciados hijos. Nos hemos salido de la naturaleza y pendemos en el vacío. Pero ahora se me ocurre una cosa: en el tratado del lobo estepario, del que te he hablado, hay algo acerca de que es sólo una fantasía de Harry el creer que tiene una o dos almas, que consiste en una o dos personalidades. Todo hombre, dice, consta de diez, de cien, de mil almas.
- Eso me gusta mucho - exclamó Armanda -. En ti, por ejemplo, lo espiritual está altamente desarrollado, y a cambio de eso te has quedado muy atrás en toda clase de pequeñas artes de la vida. El pensador Harry tiene cien años, pero el bailarín Harry apenas tiene medio día. A éste vamos a ver ahora si lo sacamos adelante, y a todos sus pequeños hermanitos, que son tan chiquitines, inexpertos e incautos como él. 

Sonriente, me miró ella. Y preguntó bajito, con la voz alterada: 
- Y dime, ¿te ha gustado María? 
- ¿María? ¿Quién es María? 
- Esa con la que has bailado. Una muchacha hermosa, una muchacha muy hermosa. Estabas un tanto entusiasmado con ella, a lo que pude ver. 
- ¿Es que la conoces?
 - Oh, ya lo creo, nos conocemos muy bien. ¿Te importa mucho? 
- Me ha gustado, y estoy contento de que haya sido tan indulgente con mi baile. 
- ¡Bah! Y eso es todo... Deberías hacerle un poco la corte, Harry. Es muy bonita y baila tan bien, y un poco enamorado de ella sí que estás. Creo que tendrás un éxito. 
- Ah, no es esa mi ambición. 
- Ahora mientes un poquito. Yo ya sé que en alguna parte del mundo tienes una querida y que la ves cada medio año para pelearte con ella. Es muy bonito por tu parte que quieras guardar fidelidad a esta amiga maravillosa, pero permíteme, no tomes esto tan completamente en serio. Ya tengo de ti la sospecha de que tomas el amor terriblemente en serio. Puedes hacerlo, puedes amar a tu manera ideal cuanto quieras, eso es cosa tuya. Pero de lo que yo tengo que cuidar es de que aprendas las pequeñas y fáciles artes y juegos de la vida un poco mejor; en este terreno soy tu profesora y he de serte una profesora mejor que lo ha sido tu querida ideal; de eso, descuida. Tú tienes una gran necesidad de volver a dormir una noche con una muchacha bonita, lobo estepario.
- ¡Armanda! - exclamé martirizado -, mírame bien, soy un viejo. 
Un joven muy niño eres. Y lo mismo que eras muy comodón para aprender a bailar, hasta el punto de que casi ya era tarde, así eras también muy comodón para aprender a amar. Amar ideal y trágicamente, oh amigo, eso lo sabes con seguridad de un modo magnífico, no lo dudo, todo mi respeto ante ello. Pero ahora has de aprender a amar también un poco a lo vulgar y humano. El primer paso ya está dado, ya se te puede dejar pronto ir a un baile.



Diálogo entre Harry y Armanda
El Lobo Estepario - Hermann Hesse
pág. 122