Quizás no soy lo suficientemente fuerte o inteligente como para aguantar mareas, me ensimismo en remar contra la corriente y dar una oportunidad a que las velas guíen mi camino, pero se avecina una tormenta que destruye todo, y tengo miedo porque estoy sola, porque nunca dices nada y te quedas callado, y a lo lejos, dónde no puedo verte, escucho romper tus olas en las piedras...
El barco destruido, nado contramarea, me ahogo y no hay salvavidas. Me doy chance y pierdo la conciencia. Escucho en el fondo a las sirenas que me hablan de ti y me dicen que no eres tan malo como aparentas. Confío y vuelvo a nadar, aunque nunca me hayan enseñado... Llego a la orilla devastada y volteo para contemplarte: te veo azul y calmado, tan cálido cómo acostumbras, recibiendo gustoso la puesta del sol. Emanas belleza, a pesar de tanto daño, solo vuelvo a correr hacia ti con la intención de recuperar los restos del barco.
Sólo quiero que estemos bien, que no haya más dolor.
Me he preguntado todos los días desde que descubrí tus mentiras qué hice para merecer tanto daño, y no sólo por ti, es que parece que la vida no quiere que sea feliz.
La peor sensación que he podido sentir este año, entre algunas otras, es descubrir la mentira, el engaño. Puedes creer que todo estará bien, pero en unos días, cuando creas haber superado todo, las secuelas repercutirán y te recordarán el daño, daño que creo haberlo sanado.
Bien dicen que el que busca, encuentra. Y en verdad no estoy segura si seguir buscando para encontrar hasta lo que mi mente no imagina.
Sólo quiero estar bien, soltar el daño acumulado.